a llegada de las primeras vacunas contra la covid-19 al Estado español y el comienzo de las inoculaciones ha dado lugar a un forzado debate sobre las distintas estrategias de vacunación y la mayor o menor premura con que los sistemas de salud proceden a inmunizar a la población. Debate que, sin embargo, se limita a establecer un ranking de porcentajes de dosis dispensadas respecto de las recibidas de los suministros de Pfizer y Moderna. Quizá porque, aun a costa de provocar arriesgados equívocos, conlleva una dosis de crítica hacia la labor de quienes gestionan la campaña de vacunación -Osasunbidea en el caso de Navarra-, y puede calar en una ciudadanía que empieza a acumular la fatiga de meses de restricciones y anhela en su mayor parte que el suministro de las vacunas le permita cuando antes un regreso gradual a su forma de vida anterior. Y aunque para hacerlo se obvie tanto las dificultades logísticas y las peculiaridades de una campaña de vacunación distinta a todas las anteriores, tal y como llevan días explicando tanto los responsables políticos como los profesionales del sistema público de salud foral, como la prioridad de asegurar la inmunidad de las primeras personas vacunadas. De hecho, algunos contagios posteriores a la primera dosis -en residencias de Erro, Buñuel o Carcar, por ejemplo- han confirmado que solo se alcanza con la segunda inyección y que debía ser preservada una cantidad similar de dosis a las ya administradas en previsión de imponderables que pudieran afectar a un suministro que Pfizer acaba de anunciar que deberá ajustar en Europa momentáneamente. Por todo ello, pretender que la velocidad con que se había empezado a administrar las dosis sea una de las características que definen la efectividad de la estrategia de vacunación puede ser discordante con los esfuerzos que precisamente se están exigiendo a diario a los ciudadanos. Se acaba de demostrar con la aprobación por la Agencia Europea del Medicamento (EMA) del aumento de 5 a 6 de las dosis que, sin perder eficacia, se pueden extraer de un vial de la vacuna producida por Pfizer, lo que viene a significar a partir de ahora un aumento del 20% en el número de personas que pueden ser vacunadas respecto a las que se podían vacunar en los primeros días de la campaña. Así que en este caso, y a pesar de interesadas y dirigidas campañas, se podría concluir que una excesiva prisa en llevar a cabo las primeras vacunaciones pudiera haber tenido un coste posterior en eficiencia.