l coronavirus ha sido el mayor experimento de teletrabajo que podría imaginarse. Claramente acelerado y obligado por la propia pandemia, irrumpió con altas expectativas de permanecer, y lo ha hecho pero -un año después- con menor impacto del que se esperaba. De hecho, en Navarra es la opción elegida entre 25.000 y 30.000 personas, en torno a un 10% de la población trabajadora, 12.000 personas más que hace dos años y frente a las 40.000 que lo hicieron durante la pandemia. El teletrabajo se reparte de manera muy desigual entre sectores, predomina en áreas administrativas y de industrias con alto valor añadido. La Ciudad de la Innovación de Sarriguren, donde se ubican los equipos de innovación e ingeniería de grandes empresas, además de la sociedad pública Tracasa, se ha convertido así en el paraíso del teletrabajo. Navarra es en cualquier caso la cuarta comunidad con menor implantación de esta fórmula que encabeza Madrid con un 22,3% seguida por Catalunya con el 17,2%. Con una media del 14,5% el Estado se encuentra muy por debajo de otros países europeos. La mayoría de las empresas apuesta por un modelo híbrido para no perder vinculación y talento innovador. Porque en este debate sobre la conveniencia o no de teletrabajar parece necesario analizar tres aspectos fundamentales: el horario de trabajo, el equilibrio personal-profesional, y la productividad. Un arma de doble filo que puede aportar flexibilidad y e incluso mayor rendimiento pero que no siempre resulta fácil aplicarla en tareas que requieren sumar en equipo (creatividad, sinergías...), que puede ser un factor de aislamiento (el trabajo es sin duda un elemento de socialización) o ir contra la conciliación de las mujeres, como ocurrió al comienzo de la pandemia, en el reparto de las tareas del hogar. La ley sobre teletrabajo aprobada por el Estado fija la necesidad de firmar un acuerdo con el empleado que vaya a trabajar a distancia más del 30% de la jornada semanal durante un periodo de tres meses pero quedan por regular muchos aspectos para que sea una opción realmente atractiva. Puede ser también una herramienta de lucha contra la despoblación tremendamente interesante para muchos jóvenes de profesiones liberales y autónomos (ahora son el 30% los que teletrabajan), que buscan entornos rurales menos contaminantes y otra fuente de inspiración.