na de la asignaturas pendientes en este tiempo de pandemia, en el que todo apunta ya a una mayor flexibilización en las restricciones dada la reducción de contagios y de la presión hospitalaria gracias sobre todo a la campaña de vacunación, está en la Educación. Y lo está en un doble sentido. En cuanto a lo que tiene que ver con las formas, el comienzo del nuevo curso escolar ha puesto de manifiesto el descontento de las familias, docentes y sindicatos en una vuelta a las aulas en la que se han mantenido por parte del departamento de Gimeno protocolos y restricciones que no encajan con la actual realidad epidemiológica ni con las necesidades de la comunidad educativa. Sería importante distinguir lo que tiene un sentido y causa sanitaria y lo que son meramente decisiones de carácter organizativo con otras motivaciones y recorrido, aunque en el tiempo coincidan con el Covid. Es difícil de entender que mientras se amplían aforos, se permiten actividades en interiores, se abren espacios de ocio hasta ahora cerrados, se reducen medidas para favorecer las relaciones sociales, se abre la mano a la hostelería, etc. en los centros educativos se haya producido una vuelta a las aulas casi en los mismos términos en los que se cerró el curso pasado, cuando Navarra entraba en la quinta ola. Mención aparte merece el empecinamiento de Gimeno con la jornada continua por parte de Educación, obligando a las familias a adaptar su día a día a un horario en septiembre, con la incertidumbre de si en Navidad se volverá o no a la jornada partida. Esto ha sido la gota que ha colmado el vaso. La jornada solo de mañana con extraescolares está siendo complicada de gestionar en los centros, con incertidumbre y descontento. Finalmente, en cuanto al fondo, la reflexión debe de ir ya más allá de debates sobre aforos, protocolos y horarios -que logicamente deben flexibilizarse- o quedarse en poner en valor la mera presencialidad, que está bien y supuso una rectificicacion respecto a la respuesta a la primera ola. Pero no basta con pensar cómo organizar las aulas dentro de los centros, sino reflexionar sobre qué papel ha jugado o debe jugar la educación ante algo tan traumático e insólito como una pandemia. Una nueva realidad a la que se tienen que enfrentar los niños, adolescentes y jóvenes -ciudadanos/as del futuro. Es preciso trabajar desde la educación para formar emocionalmente a estas generaciones que han visto frustrados en muchos casos sus planes inmediatos. Esa es una de las lecciones aprendidas, nunca mejor dicho, de la pandemia. Y el sistema educativo no puede suspender porque la sociedad se juega mucho.