La decisión de las cooperativas Ulma y Orona, ratificada por sendas amplias mayorías –80,52% y 70%– de los socios constatadas en las asambleas extraordinarias celebradas el pasado viernes, de abandonar el Grupo Mondragon cierra una etapa de incertidumbre y tensión que ha supuesto una pequeña fractura en la gran alianza empresarial. Como han puesto de manifiesto todas las partes implicadas, la decisión soberana de los socios tanto de Ulma como de Orona es absolutamente respetable, mucho más aún ante la contundencia expresada en los votos. Nada hay de objetable en ello. Sin embargo, ha quedado en evidencia que el Grupo Mondragon sale de algún modo tocado tras este proceso. Tanto en lo referido al debilitamiento que le supone en términos de ventas y de beneficios –estimados en unas pérdidas aproximadas para su división industrial del 15% y el 20%, respectivamente– como de imagen tanto para el modelo cooperativo como para el propio Grupo y, en general, para el cooperativismo. Esta coyuntura, como ha habido otras en el pasado, no significa un fracaso. El modelo cooperativo, cimentado y desarrollado a lo largo de cinco décadas y que es un ejemplo en el mundo, continúa teniendo plena vigencia como un sistema genuino de éxito indudable y contrastado y sigue siendo reivindicado, tanto por las firmas del Grupo Mondragon como por las que han dejado de serlo en el pasado o lo hacen ahora (Ulma y Orona) o las que nunca han pertenecido a la corporación. Se trata de empresas sociales que crean riqueza en su entorno y que, en el caso de la Corporación, han creado una red de interrelaciones y solidaridad entre los proyectos del grupo que hasta ahora ha sido capaz de minorizar impactos en las distintas crisis y de garantizar la supervivencia del esquema de propiedad de los socios cooperativistas, no exento de situaciones dolorosas coyunturales, como fue el caso de Fagor. El cooperativismo sigue siendo fuerte en Mondragon y también fuera del Grupo. La decisión soberana de los socios es un aval al escenario que Ulma y Orona, como otras antes, deben encarar. El crecimiento de todo el sector cooperativo es un activo del país que convive con el modelo tradicional de creación de riqueza de los otros formatos de empresa y contribuyen conjuntamente, con riqueza, empleo y aportación fiscal, a un escenario de bienestar superior a la media.