Para las plumas cortesanas, Felipe VI es el camino, la verdad y la vida. Igual que el otro Mesías multiplicó los panes y los peces, su preparada majestad ha obrado el milagro del desbloqueo de la renovación del Tribunal Constitucional con un puñado de palabras. Esa es más o menos la versión oficial.

"La Corona ha demostrado una vez más su utilidad en contraste con el desbarajuste en el que están sumidas en los últimos tiempos las demás instituciones políticas"

Francesc de Carreras (The Objective)

Una versión, por lo demás, con truco, porque incluye la posibilidad de que no fuera así sin que eso afecte al poder mágico del monarca. Casi tal cual lo dice Francesc de Carreras en The Objective: “¿Esta decisión tuvo algo que ver con las advertencias del Rey en su discurso de Nochebuena? No lo sé, ni seguramente lo sabremos nunca con certeza. Pero me atrevería a apostar que sí, que los miembros del CGPJ reflexionaron como consecuencia de la genérica sugerencia real y decidieron poner fin a tan injustificada espera. Incluso la unanimidad con la que se adoptó la decisión me reafirma en esta convicción. En este caso, la Corona ha demostrado una vez más su utilidad en contraste con el desbarajuste en el que están sumidas en los últimos tiempos las demás instituciones políticas”.

El columnero borbonesco de El Mundo Eduardo Álvarez espolvorea la misma idea. Qué más da si su o no fue, cuando estamos hablando de un fuera de serie: “Tanto da si Felipe VI ha tenido mucho, poco o nada que ver de un modo directo con el desatasco del Constitucional. Lo que es incuestionable es que su Mensaje del 24, el mejor Discurso de Navidad desde que asumió el trono en 2014, tuvo la contundencia necesaria para que permeara lo suficiente la advertencia de que esta España institucional averiada corre serio peligro de deslizarse por la ignota pendiente iliberal. Que eso lo diga el Jefe de todos, con semblante severo y sin medias tintas, claro que cala”. Oé, oé, oé.

Como anticipo, el editorialista ya había tirado por ahí. Esta vez, sin dejarlo en hipótesis: “Todo ello acabó desembocando en el discurso del Rey, que reivindicó con firmeza un regreso a los consensos constitucionales para «fortalecer» las instituciones. Eso se visualizó tres días después en la decisión del CGPJ”.

"La Monarquía de Felipe VI ha sido hasta hoy impecablemente parlamentaria, democrática, moderna, útil y ejemplar"

Jordi Canal (El Mundo)

El diario de Unedisa completa el baño de almíbar con un artículo-sábana firmado por el historiador Jordi Canal bajo el título “España y su Monarquía, garantía para avanzar”. Una forofada de tomo y lomo con lametones como este: “La Monarquía de Felipe VI ha sido hasta hoy impecablemente parlamentaria, democrática, moderna, útil y ejemplar. La síntesis entre tradición y modernidad, en la que destacan las contribuciones de la reina Letizia, ha resultado un gran acierto. La acción pública de la familia real, con la creciente visibilidad de la princesa Leonor y su hermana Sofía, y las reformas en la propia institución monárquica -un modelo para otras de nuestras instituciones- han permitido exhibir dignidad y popularidad”.

Volviendo al desbloqueo prodigioso, una versión auxiliar de la anterior es que quienes lo propiciaron gallardamente fueron los vocales diestros del CGPJ. José Alejandro Vara difunde esa especie en La Razón: “Han sido esos mismos «magistrados carcamales» los que le han tenido que dar una lección de legalidad y constitucionalidad a quienes no creen en más poder judicial que el que depende de ellos mismos. Es decir, no creen en la división de poderes sino en un poder único que controla al legislativo y al judicial como si una mínima parte del todo se tratase. O sea, como en la Venezuela que construyó Chávez a su medida para impedir que nunca volviera a gobernar nadie más que él o sus maduros”. La mención a Venezuela, que no falte.

El editorialista del diario azulón se abona a esa tesis y, rizando el rizo, convierte la derrota en victoria, aunque sea moral: “Que ese acuerdo en el Consejo se haya sacado adelante desde una institución cercada y acosada, intervenida de facto de forma irregular por el Ejecutivo, cercenada en sus competencias a costa de estresar los órganos jurisdiccionales con decenas de vacantes por cubrir, entendemos que reúne un mérito sobresaliente, y constituye, de alguna manera, una victoria moral sobre aquellos que entienden la Justicia como un instrumento al servicio de sus intereses y la herramienta de una estrategia política y personal”.

La próxima parada que anuncian los profetas al fondo a la derecha es el referéndum en Catalunya. Y como argumento principal para sostener el vaticinio, el hecho de que Sánchez lo niegue. Ignacio Camacho (ABC) no tiene dudas: “El separatismo catalán ha dejado claro su horizonte inmediato. Y los antecedentes recomiendan hacerle caso: por las buenas o por las malas, más rápido o más despacio, siempre que se ha fijado un objetivo ha terminado por llevarlo a cabo. Si la garantía contra sus intentos consiste en la palabra de Sánchez, en su compromiso o en su liderazgo, la única incógnita sobre el referéndum son las condiciones y los plazos”.

Un tal Francisco Sierra dice lo mismo en The Objective, si bien con un lenguaje más procaz: “Acojona. Eso es lo que pasa. Cada vez que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, niega, y lo ha hecho hasta tres veces en su comparecencia de final de año, que vaya a celebrarse un referéndum de autodeterminación en Cataluña, millones de españoles piensan instantáneamente que sí habrá consulta”.

Afonso Ussía tercia desde su trinchera en El Debate con una propuesta singular. Venga, vale, que haya un referéndum, pero que voten todos los españoles: “La convocatoria de un referéndum legal en el que participen todos los sujetos constituyentes, es decir, todos los españoles, está contemplado y admitido en la letra y el espíritu de nuestra Constitución de 1978. Sucede que los separatistas catalanes – los vascos, exceptuando a los socios filoetarras de Bildu ya no son tan partidarios de una consulta fraudulenta-, se sentirían aterrorizados de convocarse la consulta legal. ¿Qué haría Rufián fuera del Congreso, sin sueldazo, sin dietas, y sin argumentos?”.

De propina y sin relación con lo anterior les corto y pego la penúltima propuesta de Salvador Sostres (ABC) para acabar con la pobreza: “Si Pedro Sánchez estuviera interesado en los pobres les pagaría becas en escuelas de élite, a poder ser religiosas, haría de la concertación el nervio central de nuestro sistema educativo y dejaría de insistir en esta miserable enseñanza pública que es una trampa de desmoralización y atraso para los que no tienen más remedio que caer en sus garras”. Catapum.