Aunque Miguel Bosé y Bunbury se llevaron la fama, la nómina de negacionistas con cierta celebridad es más larga. Ahí está, por el ejemplo, el viñetista de El País que firma como El Roto y, el protagonista de parte de estas líneas, Juan Manuel De Prada, que hoy celebra como un triunfo de su conspiranoia la conquista del Open de Australia por parte de su fetiche Novak Djokovic.

"En ese llanto viril, hermosamente hurtado a las cámaras, estábamos representados todos los que a lo largo de los últimos años hemos padecido persecuciones y hostigamientos"

Juan Manuel De Prada (ABC)

Ya desde el título apunta maneras el desparrame. “No-vac No-covid”, juega el magufo De Prada no el nombre de pila del tenista antivacunas, un tío tan macho-macho que hasta llora como deben llorar los hombres: “En ese llanto viril, hermosamente hurtado a las cámaras, estábamos representados todos los que a lo largo de los últimos años hemos padecido persecuciones y hostigamientos; todos los que, estigmatizados por la chusma mediática y médica, acosados por gobernantes inicuos, abandonados o mirados con recelo por nuestros amigos y familiares más memos, decidimos arrostrar una vida de perros sarnosos a cambio de mantener nuestros cuerpos, que son templos del Espíritu, alejados de las terapias génicas experimentales”.

De delirio en deliro, el visionario establece otra teoría lisérgica. Si el tenista juega mejor que nadie es porque no se ha vacunado. Y ahí sale su enorme egolatría. Con él pasa lo mismo: “Es la misma razón por la que un gordo maldito como yo escribe mejor que todos los escritores asténicos y sistémicos de España puestos en fila india. No nos hemos dejado envenenar la sangre y el alma; y Dios, que ve en lo oscuro, nos lo recompensa”. Este es el percal.

Por asociación de ideas, nos reclama desde La Razón un desbarre titulado “Siempre hay que ponerse del lado de la bruja”. Lo firma Alfredo Semprún, que vuelve a llevarnos a la gresca de la Complutense del otro día: “Cuando veáis que se apila la leña alrededor del poste y que los sumos sacerdotes (Belarra, Montero, Iglesias, Subirats, Lobato) levantan el índice acusador, se rasgan las vestiduras y babean; cuando veáis iluminarse la noche con las antorchas y al populacho, desatado, pidiendo sangre, hay que subirse a la pira y ponerse siempre del lado de la bruja. Tal vez, acabes ardiendo con ella, pero es lo que un periodista debe hacer”.

"Elisa con flequillo como de Nekane de Madrid, es Pablo Iglesias hasta en el tono del discurso pero una octavilla por encima de los de Él"

Chapu Apaolaza (La Razón)

Ya ven que sigue la obsesión sobre la tragicomedia de la entrega de diplomillas a Ayuso… y a la inesperada protagonista del sarao, la alumna con mejor expediente, a la que Chapu Apaolaza dedica una página entera en el diario azulón. Y no precisamente a favor: “Elisa con flequillo como de Nekane de Madrid, es Pablo Iglesias hasta en el tono del discurso pero una octavilla por encima de los de Él, porque desde que llegó Pablo Iglesias, todos los de la izquierda complutense son el mismo Pablo Iglesias como alguien dijo que todos los malos poetas y las sexologas son todos el y la misma”.

Por ahí arriba se citaba como de pasada el apellido de la ministra española de Igualdad, que hoy también recibe unas cuantas collejas en la prensa de orden. O algo más que eso. El Mundo pide su destitución en el editorial del día. “Irene Montero no puede seguir en el cargo”, reza el encabezado bajo el que se enumeran los motivos para concluir haciéndose un auto-bis: “La rectificación de la ley del solo sí es sí tiene que acompañarse indefectiblemente del cese de la ministra Montero. El presidente debe destituirla. No hacerlo sería consecuencia de su posición de debilidad en el acuerdo de coalición”.

En Vozpópuli, Rosa Martínez rebaja la petición. Le basta con una petición de perdón… al estilo emérito. “No digo yo que la señorita ministra de Igualdad, sus amiguitas asesoras y secretarias varias o incluso el propio presidente tengan que abrirse el vientre y esparcir sus entrañas por el suelo para limpiar su honor. Ni siquiera tengo claro que sepan lo que es el honor. Pero pedirles un poquito de decencia, aunque sea a través de un "perdón, me he equivocado, no lo volveré a hacer", no es tanto pedir. Si hasta el rey emérito se supo poner colorado cuando le tocaba”.

"El dolor de las mujeres no les importa en absoluto: se revolverán antes de asumir el error, porque temen que al hacerlo tengan que abandonar el carguito"

Lorena G. Maldonado (El Español)

Con más dureza aún, Lorena G. Maldonado abre así su descarga en El Español: “Las antiheroínas del ministerio de Montero, al final, van a lograr la igualdad por la puerta de atrás, la de la vergüenza: hay algo muy masculino en su forma de abrazarse al error, un poco por cojones”. A partir de ahí, la pieza va tomando temperatura hasta que termina directamente abrasando: “El dolor de las mujeres no les importa en absoluto: se revolverán antes de asumir el error, porque temen que al hacerlo tengan que abandonar el carguito que tantas alegrías les da y, por fin, volver a casa”.