Efectivamente, yo me quedo en casa porque me obligan, y aunque soy consciente del grave problema de saturación de los centros hospitalarios, no soy partidario de unas medidas que si bien evitarán el colapso de las Unidades de Cuidados Intensivos, pueden agravar la salud de la población en su conjunto. Continuamente se hacen campañas sobre la necesidad de hacer ejercicio, de movernos, de estar activos. El personal sanitario, de todas las especialidades, hacen hincapié de la importancia para la salud de evitar el sedentarismo e inacción. Este aislamiento generalizado, provocará complicaciones en patologías como las cardiovasculares, circulatorias, osteoarticulares, ansiedad y depresión, y problemas del sueño entre otras.

Sí, yo me quedo en casa porque me imponen, a pesar de que la inacción merma nuestras defensas, aumenta el estrés y debilita nuestro sistema inmunológico.

Sí, yo me quedo en casa porque me mandan a ello, porque si no me cogería la bici y me iría a dar una vuelta, solo ¡claro!, aunque saludaría a los ciclistas que me pudiera cruzar, o en el hipotético caso de que subiendo un puerto pudiera adelantar a algún otro txirrindulari, le saludaría con nuestro coloquial “ieepa”.

Sí, yo me quedo en casa porque la ley me obliga a ello, ya que si no fuera así, saldría el sábado a la compra con mi nietecillo de veinte meses, y tardaría más de una hora a su paso, y sus predecibles paradas en un charco, un bordillo, un escaparate. Guardaríamos cola y distancia al comprar el pan, y si nos cruzáramos con otro niño o niña, evitaríamos ese instintivo acercamiento que tienen y le apuraría a decir “agur” y quizás él movería la manita y expresaría “abur”. Y en la pescadería entraríamos solo los dos, y quizás se quedaría en la cortina de entrada jugando.

Sí, yo me quedo en casa porque no me queda otra, porque si no me iría al monte, y si me encontrara con alguien me pararía, en esa distancia que en la naturaleza es mucho más amplia que en la ciudad.

Sí, yo me quedo en casa porque de lo contrario me sancionarían, aunque guardara la distancia si me encontrara con alguien, evitando un hipotético traspaso de carga viral.

Sí, yo me quedo en casa porque no tengo otras narices, aunque si pudiera me comería un bocata con mis amigos y amigas, guardando la distancia y evitando tocarnos o abrazarnos, y haríamos unas risas que también mejora el sistema inmunológico.

Sí, yo me quedo en casa a la fuerza, porque si pudiera, y estuviera abierto, iría al relojero a cambiar la pila del reloj, y esperaría en la calle si hubiera otro cliente dentro. También iría a la tiendilla que vende infusiones porque me estoy quedando sin rooibos. Y le cambiaría la cubierta a la bici, contribuyendo a mantener puestos de trabajo.

Sí, yo me quedo en casa porque me exigen, a pesar de que generará un empobrecimiento de la población que afectará a la salud de miles de personas y causará más muertes.

Sí, yo me quedo en casa porque me someten, e intento protegerme de periodistas y editorialistas sensacionalistas que generan miedo, que mata más gente que la mayoría de los virus, que merma nuestra capacidad de defensa a nivel físico y emocional, y escucho a las miles de mujeres y hombres que hacen su trabajo en las circunstancias que les toca y con los medios de que disponen de manera callada, silenciosa y humilde. Para estos mi aplauso, y agradecimiento.

Sí, yo me quedo en casa porque me acorralan, y no me gusta que aparezcan mandos militares junto a las autoridades sanitarias, ni su lenguaje bélico. No estamos en guerra, ni todas las situaciones son iguales, ni me gusta el “café para todos”.

Sí, yo me quedo en casa, y cuando permitan salir evitaré aglomeraciones, lugares cerrados y concurridos, y lo haré porque mi trabajo de sanitario de la mente y de las emociones me impulsa a cuidarme y cuidar de mis pacientes. Y seguiré guardando la distancia, y nos daremos un gel desinfectante cada vez que entre una persona en mi consulta, y limpiaré con alcohol las manillas, mesas, bolígrafos, interruptores y cualquier superficie de contacto hasta que dispongamos de una vacuna eficaz que nos proteja, o de unos antivirales efectivos.

Y por quedarme en casa, les exijo a los gobernantes que espabilen, que cuiden al máximo los espacios habilitados para acoger a las personas enfermas. Que creen más UCIs, que busquen formulas y destinen el dinero necesario para evitar contagios tanto en los trasportes, como en los centros de trabajo, que inviertan en educación de cómo comportarnos ante una pandemia, sin recurrir a algo tan pernicioso para la salud como el confinamiento de la sociedad en vez de solo las personas de riesgo.

Y les recuerdo que actividades como bailar, hablar o tomar el sol debilitan el virus y nos inmunizan como especie. Respiremos aire puro y digamos al mundo que no tenemos miedo.