La inquietante bronca activada por cierta categoría de políticos, que no distinguen entre la crítica razonada y argumentada y el insulto soez al contrario, hace intuir que muchos partidos no estarán dispuestos a arrimar el hombro ante el horizonte de penuria provocado por la necesaria respuesta a la epidemia del Covid-19. La parte más reflexiva de la cascada de acusaciones incluye un atisbo de argumento que dice "han actuado tarde". Quienes suscriben este "argumento" son los mismos acusaron al Ministerio de Trabajo cuando los primeros días de marzo presentó unas recomendaciones ante un posible caso de infección en el ámbito laboral, criticándolas como excesivas y desproporcionadas, y acusando de generar alarma y confusión. Solo unas semanas más tarde, acusaban al gobierno de haberse retrasado en decretar el estado de alarma, y luego que era necesario intensificarlo y prolongarlo. Ahora afirman que el estado de alarma se está usando para restringir libertades e incluso para hacer un cambio de régimen. Y una de sus acusaciones es la de "llegaron tarde". A quienes no argumentan no se les puede exigir coherencia y sentido crítico, porque no juegan en la liga de la política del diálogo, la colaboración y el velar por el bien común, como de forma meridianamente clara vislumbra la parte de los ciudadanos que intuyen lo que nos deja el coronavirus.

La acusación "han llegado tarde" pertenece a ese tipo de pseudo-razonamientos que sirven para cualquier cosa. Noé llegó pronto al diluvio universal, pero a la epidemia solo ha llegado pronto quien la ha visto después de que haya llegado y arrasado. La OMS reiteró varias veces en enero y febrero que no era necesario tomar medidas que impidieran el desplazamiento de personas, la Sra. Díaz Ayuso decía muy a finales de febrero que "estaba todo previsto" y que su impacto era incluso menor que el de una gripe, nadie comprendió la suspensión de una convención internacional en Barcelona, Vox organizó su megamitin en marzo, etc. Todo ello ocurrió a pesar de que quienes ahora se manifiestan como profetas certeros del pasado participaron en algunas de esas actividades.

Los argumentos a posteriori no se puede considerar como predictivos, y lo que se deduce después de haber ocurrido se puede categorizar como falacia en la argumentación. Su valor como aprendizaje se acompaña de otras consideraciones. Profetizar el pasado es algo muy distinto a un análisis de lo ocurrido. De hecho este argumento se puede aplicar a todos los países: todos llegaron tarde, también Nueva Zelanda. Todos tomaron decisiones en un momento dado, que desde hoy podrían haberse tomado quince días antes, o por qué no dos o seis meses antes. ¿Acaso quienes ahora dicen que se llegó tarde, hablaron en aquel momento, antes de primeros de marzo de este tema? Lo que dijeron respecto al coronavirus fue tan liviano como lo que dijeron los expertos. Y con la incapacidad manifiesta de ser discretos tenemos que pensar que si lo hubieran intuido no habrían parado de gritar, pero entonces se trataba de atizar con el tema de Venezuela. Para nada intuyeron la epidemia, incluso es dudoso que algunos hayan entendido aún lo que ocurre con el coronavirus.

Se pude intuir que quienes argumentan "se actuó tarde" van a llegar ellos mismos tarde a ayudar en la recuperación de la comunidad que ha sido impactada por la epidemia, de tan entretenidos que están en vociferar y dada su incapacidad manifiesta y persistente para analizar, comprender y dialogar. Ellos mismos puede ser un problema, no menor, añadido al reto de la reconstrucción que es necesario abordar.