De la última juerga de corrupción que persigue a la política española -la de la corrupción académica de los máster-, me alucina la pertinente insistencia con que los implicados, ya sea Cifuentes o Casado y ahora la ya exministra Montón, se aferran a desmentir la evidencia de los hechos que les señalan. Lo primero siempre es negarlo todo. Da igual que las pruebas objetivas demuestren desde el principio que esos másteres que lucen en sus currículos sean falsos. Carmen Montón cometió durante casi 48 horas el mismo error que sus dos antecesores en los escándalos de beneficio personal que salpican a la Universidad Juan Carlos I de Madrid: intentar justificar lo que era a toda vista injustificable. Y se enredó en una versión primera, otra segunda... que iban surgiendo de sus palabras conforme a una información sobre su máster le sucedía otra más comprometida. Al fina, dimitió. Era su único destino. Y se hubiera ahorrado buena parte del bochorno mediático y político si se hubiera ido a la primera. Todo ello tiene que ver mucho con un sistema político en el que la mentira y la negativa a asumir responsabilidades forman parte básica de su esencia, al contrario de lo que sucede en las democracias avanzadas, donde mentir es uno de los peores pecados políticos. Y de esa falta de ética política en origen reside buena parte de las causas que han generado una corrupción sistemática y extendida. Es cierto que la dimisión de Montón eleva el mínimo de la ética en la política española en el Gobierno de Sánchez y, sobre todo, traslada la pelota de las responsabilidades a Pablo Casado, igualmente cazado con un máster de esos de en diferido. Casado tiene una papeleta difícil y quizá debiera pensar ya en calentar para salir ante la opinión pública y ser el próximo en asumir responsabilidades. Aunque sólo su privilegio de ser aforado le ha salvado por ahora de estar ya ante la jueza, la sombra alargada de las falsedades sobre su máster y la sombra de la sospecha de una carrera terminada de forma exprés en sólo seis meses, le perseguirán igual. También aunque el tribunal del Supremo que analizará su caso esté formado mayoritariamente por indisimulados jueces próximos al PP.