Ni 24 horas. Eso es lo que ha durado el compromiso firmado entre Esparza y Rivera sobre el autogobierno de Navarra. Si ya era una mala señal de que ese pacto era simple papel mojado -la extensa hemeroteca que deja muy claras las verdaderas intenciones de Ciudadanos respecto al régimen foral y los derechos históricas, que no son otras que su eliminación para imponer un proceso de recentralización y uniformidad política en el Estado-, el responsable del área Económica de Ciudadanos, Luis Garicano, lo volvió a dejar claro ayer mismo: su posición sigue siendo la misma de siempre, la de eliminar el autogobierno fiscal y el Convenio Económico. A Ciudadanos o a Casado no les suele importar mucho decir una cosa un día y la contraria al día siguiente. Pero no en el tema de la uniformidad del Estado. Ahí no tienen doble criterio. Ridículo de altas dimensiones de Esparza, que se ha embarcado en un proyecto que implica sacrificar las siglas históricas de UPN para intentar salvar en la medida de lo posible sus resultado electorales. Incluso tuvo que asumir la humillación de asumir públicamente el discurso de Ciudadanos que denuncia la supuesta falta de transparencia, injusticia y opacidad del Convenio Económico. Patético si se tiene en cuenta que la mayor parte de sus actualizaciones las han negociado gobiernos de UPN con el Estado. Y ridículo de quienes han puesto en marcha una inmensa campaña de intoxicación mediática de la opinión pública para intentar blanquear el antiforalismo de Rivera y del PP de Casado. Esfuerzos inútiles, porque ese antiforalismo forma parte de la esencia ideológica de ambos. Toman por idiotas a los navarros y navarras. Absurdo. En apenas 24 horas ha quedado claro que ese pacto entre UPN, PP y Ciudadanos es contrario a los intereses generales de Navarra y que los puntos del acuerdo no tienen valor alguno. El papel no siempre lo aguanta todo. Tantos años repitiendo el falso mantra de que quieren vender Navarra para azuzar la estrategia del miedo y el enfrentamiento entre navarros y acaban vendiendo el régimen foral, los restos de los derechos históricos de Navarra, al nuevo centralismo conservador por un puñado de votos que ni siquiera tienen asegurados. Quizá sea peor el remedio que la enfermedad de UPN.