Miles de científicos están advirtiendo de la sexta extinción masiva de especies -animales y plantas- en la Tierra, un proceso que tiene como protagonista principal del desastre al ser humano. Aunque suelo optar por el escepticismo en cuestiones de avances científicos o de alarmismos sociales, cuando se trata de la evolución en negativo del medio ambiente y de la biodiversidad tiendo a dar credibilidad a estos estudios. Tantos científicos de tantos lugares diferentes y expertos en especialidades tan diversas no pueden estar equivocados. No creo que exageren ni que se trate de un falso alarmismo, porque los hechos confirman cada año que algo marcha mal en la supervivencia del planeta Tierra tal y como lo conocemos. El Informe Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos señala que un millón de casi los ocho millones de especies animales y vegetales existentes están amenazadas de extinción. Y resalta que si no se adoptan medidas urgentes desaparecerán en sólo unas décadas. Ya ni siquiera escuchamos a los pájaros en nuestras ciudades. Es cierto que no será la primera extinción masiva de especies, se habla de otras cinco anteriores. Ya les ocurrió a los dinosaurios que llevaban millones de años campando sobre el planeta y visto y no visto desaparecieron junto a otras muchas especies. La vida en la Tierra -y los ecosistemas que la componen- son finitos, eso es sabido, y están cada vez más deteriorados y desgastados por la acción del ser humano. Las inercias políticas y económicas son difíciles de variar porque la destrucción de la Tierra, la explotación de los recursos naturales y de los seres humanos, es un inmenso negocio al que las grandes corporaciones no quieren renunciar. Parece que hay más urgencia en destruir la Tierra que en detener este proceso de destrucción. Es necesario que el medio ambiente se convierta en una prioridad de la agenda política. También en Navarra.