el futuro, en efecto, está en las urnas. En el voto a voto de decenas de miles de navarras y de navarros. Que nadie se engañe. Hoy no se vota ni la imposible desaparición de Navarra, ni la unión con la CAV, ni la falsa imposición del euskera ni ninguna otra de las milongas que han completado la larga lista de desastres apocalípticos que supuestamente amenazaban a Navarra cuando hace cuatro años esos miles de votos pusieron fin al viejo régimen e impulsaron un nuevo tiempo de cambio político y social. Hoy se vota la valoración democrática de los últimos años, de la gestión de los recursos públicos, de las políticas sociales, de los valores democráticos, del autogobierno, del empleo y el desarrollo económico y de la convivencia y la cohesión social. Resulta evidente una vez finalizada esta campaña que ni la crisis económica, ni la reducción del desempleo, ni la reversión de los recortes de derechos laborales, sociales y civiles ni de la pérdida de calidad en servicios públicos básicos como la educación, la dependencia o la salud interesan a algunos dirigentes políticos. A los dirigentes políticos que fueron responsables políticos de todo ello. De aquel pasado de un régimen de enchufismo, nepotismo, clientelismo, despilfarro y exclusión social y política que campó a sus anchas por Navarra hasta dejarla exhausta políticamente, debilitada socialmente y arruinada financiera y económicamente. Ahora unidos en un frente derechista con el PP de la corrupción y el antiforalismo centralista y ultraliberal de Ciudadanos han vuelto a demostrar que carecen de propuestas y proyecto para Navarra. Un mal camino ese. Hoy se vota el aval de la sociedad navarra al nuevo modelo político que sustituyó en 2015 el viejo sistema de conchabeos y cambalaches por una redistribución del gasto que ha priorizado la reversión de los recortes sociales, la pérdida de capacidad de ingresos fiscales y la mejora del nivel y la calidad en educación, sanidad y necesidades sociales, además del empleo y el desarrollo económico. Frente a todo ello, solo un inmenso y repetitivo reguero de los tópicos más trasnochados del pasado político y una continua insistencia en los referentes identitarios de los partidos del régimen político anterior -euskera, banderas, malos navarros, etcétera-, que han dejado como único legado político de esta campaña y de los cuatro años de oposición frontal y absoluta al Gobierno de Barkos. Nada nuevo que haya podido hacer sombra a los logros -ni siquiera poner en evidencia los errores- de una gestión política de Navarra que ha incidido en las prioridades de las personas, y ha ahondado en la pluralidad y calidad democrática de una sociedad avanzada de este siglo XXI como es la navarra. Hoy se vota la disyuntiva entre ganar el futuro con políticas eficientes, solidarias y democráticas que afronten las necesidades de los navarros y navarras sin dejar a nadie atrás o regresar a las políticas ya fracasadas y trasnochadas del pasado. Navarra puso en marcha hace cuatro años un proyecto político y social para afrontar la modernización de su presente desde el bienestar social, el autogobierno, la pluralidad y los valores democráticos frente a la involución conservadora y autoritaria. Y Navarra necesita otros cuatro años de esfuerzo común para consolidar los logros actuales, avanzar hacia un presente más justo y honesto y ganar el futuro para las nuevas generaciones.