hace tiempo que me molesta poco o nada la mierda que se expande desde la política y los medios de Madrid sobre Navarra. Aunque a veces expreso lo contrario solo por molestar un poco su cómoda prepotencia. Me importa poco porque, aunque ese inmenso vendaval de porquería parezca un modo de opinión unívoco, conozco a suficientes personas que son de Madrid y viven en Madrid -digo Madrid, pero podía igualmente decir otras ciudades y territorios del Estado- para saber que no es así. Por eso hace tiempo que di por amortizado ese discurso faltón, insultante y falso que nos trata como ciudadanos inferiores a los navarros y navarras cada vez que decidimos algo que no gusta a esos intereses políticos y mediáticos. Pero no deja de indignarme desde un punto de vista democrático. Incluso constitucional, pensando en todos a los que se les llena la boca con la palabra constitucionalistas y son quienes han asaltado la Constitución en todos sus principios democráticos. Mienten con toda su cara dura. Falsean la realidad social, económica y política de Navarra -también otras- y solo son condescendientes con quienes les rinden sumisión a sus intereses. Y me indigna aún más escuchar a Esparza o Beltrán -las apariciones como la de Arrimadas ayer no las cuento porque no están preparadas para los navarros y navarras, sino para otros intereses- sumarse a ese ventilador para repetir esas consignas sabiendo que son mentira. En realidad, es triste, más que nada. El nuevo Parlamento de Navarra se constituyó ayer y las fuerzas políticas que lo conforman fruto de la libre voluntad democrática de los navarros y navarras optaron por elegir una Mesa de la Cámara que simplemente responde a la representatividad electoral sin exclusiones. La Navarra de hoy hace tiempo que intenta quitarse de encima la presión de esos discursos tan falsos como antidemocráticos de quienes reparten consignas sobre lo que está bien y lo que está mal. Y cada vez está más cerca de prescindir de esa injusta presión. No sé cómo seguirá el camino político de Navarra ahora, pero espero que mire hacia un modelo de gobierno que construya una sociedad muy alejada de la confrontación como negocio político. Y espero también que UPN reflexione sobre su papel en la construcción de la Navarra de hoy sin pensar en la de ayer, aunque tengo muchas dudas. Podía acabar esta columna con un ¡agur Arrimadas, agur!, pero en mi casa me enseñaron desde niño -mis abuelos ambos eran ferroviarios- que la educación se tiene o no se tiene, no hay buena o mala educación. Simplemente ocurre que Navarra, las navarras y navarros, están ahora lejos, cada vez más, de ese modelo de hacer política. Afortunadamente, tenemos capacidad de recorrer en común nuestro camino buscando el interés general, la convivencia y la eficacia. La senda está marcada estos últimos cuatros años. Eso no significa ni más ni menos que nadie. Al contrario, la solidaridad de Navarra es hoy un bien común reconocido. Significa, eso sí, que la sociedad navarra puede ser plural, diversa, diferente, pero no es idiota. Navarra no es perfecta ni mucho menos. Siempre habrá quien en su frustración siga instalado en el viejo cuanto peor, mejor, pero aún hay mucho por delante. Mejor hacerlo desde la convivencia que desde la confrontación, desde la honestidad que desde la impostura y la mentira.