No sé qué se le pasará por la cabeza a un presidente de Gobierno en el momento de enfrentarse a la libreta ministerial y comenzar a escribir nombres. Ni siquiera sé si esa tarea la lleva a cabo en su propia soledad o intervienen las componendas de cualquier estructura política, los equilibrios internos y externos entre quienes le han apoyado antes a él. Supongo que esto último tendrá más influencia de lo que se admite. Hace ya casi dos meses que Sánchez ganó las elecciones con 123 escaños para el PSOE. Los esfuerzos por llevar a Ciudadanos a su terreno han acabado en un sonoro fracaso pese a las presiones mediáticas y políticas -incluidas también las que han llegado desde fuera del Estado- sobre Rivera. Ciudadanos siempre estuvo en la derecha y ahora se ha ubicado en el frente de derechas con el PP y Vox. Y en Navarra, con UPN. Todo en orden. Es su espacio natural una vez desvelada la falsedad de su supuesta posición centrista. Posiblemente, Sánchez era consciente desde el minuto uno de la noche electoral que la única salida para un Gobierno estable es el acuerdo con Unidas Podemos y el PNV y esa -con la posible abstención de ERC y EH Bildu- parece la solución. Pero está dejando la carga del desgaste de su inacción política en estos dos meses sobre Iglesias, al que ha situado en el eje del debate con su presencia o no en un cargo de ministro en el nuevo Gobierno. Sin descartar del todo una nueva repetición electoral, o eso parece al menos, Sánchez deberá empezar en serio a pensar el contenido programático de ese posible acuerdo -el PNV ya le ha advertido que no será el pagafantas- y también en los nombres de quienes le acompañarán en el Consejo de Ministros. Y hará bien en no olvidar que en esa elección siempre acaban apareciendo ministros especialistas en tener la pata siempre dentro del cubo, otros que pasan por el cargo como si no hubieran estado, quienes mueven las piezas para seguir escalando carrera política, quienes protagonizan la sonadas tonterías de la legislatura y quienes atesoran esa extraña capacidad de poner a todo el mundo en su contra, incluidos los propios. Y quizá no sea Iglesias ninguno de ellos. O quizá es que a Sánchez no le dejan presidir un Gobierno como el quisiera. En Navarra, pendientes por si acaso.