Falta poco ya para que entre en vigor la nueva Ordenanza municipal de movilidad de Pamplona, apenas dos días, y son muchos los interrogantes que todavía quedan por resolver. Una ordenanza en la que el equipo municipal anterior se empeñó a fondo con el triple objetivo de convertir a las y los peatones en los agentes principales, al tiempo que se favorezca la utilización del transporte público frente al vehículo privado y se consolide la bicicleta como medio de transporte alternativo prioritario en la ciudad. El papel lo aguanta todo, especialmente si con ello se persigue que todos y todas, peatones, conductores y ciclistas, podamos vivir en una ciudad más sostenible y ecológica, pero la puesta en marcha exige bastante más que palabras y documentos y va mucho más allá de mandar a las bicis a la calzada como si de una competición se tratara. Iruña sigue estando muy por detrás de otras ciudades del Estado, y no decir ya de otras de Europa, en cuanto al uso de la bici, con una carencia evidente de carriles bici que garanticen la seguridad y la comunicación entre el centro y los barrios y sobre todo con una clara falta de concienciación por parte de los conductores. Basta darse una vuelta por otras ciudades realmente sostenibles donde andar en bici es un placer y no una odisea. En bici si pedaleas avanzas, pero si quieres ir para atrás te acabas cayendo.