Ayer a las 08.15 horas del 6 de agosto de 1945 EEUU lanzó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima la primera bomba atómica, una de las matanzas humanas más brutales de la historia reciente que costó en pocos minutos la vida a 190.000 personas inocentes. El entonces presidente Truman calificó el hecho de “logro científico”. El armamento nuclear dio paso a la Guerra Fría, una carrera armamentística desbocada entre EEUU y la URSS que disparó el gasto en armamento y extendió la inestabilidad y los conflictos por todo el mundo durante décadas. Ya en los años 80 del pasado siglo, la distensión entre ambas potencias y el progresivo debilitamiento de la URSS impulsó los tratados de no proliferación nuclear, acotando la guerra por el armamento. Aunque los conflictos bélicos siguen extendidos por todo el mundo. Ahora Trump ha sacado a EEUU desde esos acuerdos internacionales y ha puesto en marcha una nueva carrera armamentística mundial que entusiasma a las grandes corporaciones de la industria militar y amenaza al conjunto de la Humanidad. Las señales de una peligrosa inestabilidad política, militar y económica se están extendiendo este mes de agosto. La inestabilidad es la característica necesaria de la globalización neocapitalista de este siglo XXI. Agosto es un mes propicio para todo tipo de desaguisados: se perpetran fechorías políticas, comienzan guerras, se invaden países, se dan los primeros pasos de las crisis económicas... Y todo ello parece estar coincidiendo ahora en un bucle gigantesco. A la guerra comercial de Trump con China le puede seguir ahora una guerra internacional de divisas. Mientras la sociedad estadounidense se desangra con millones de personas abandonadas en la extrema pobreza y el terrorismo de derechas racista y supremacista se extiende. El poder financiero que controla los mercados da síntomas de riesgo creciente. India y Pakistán están a punto de comenzar una de sus terribles guerras religiosas en Cachemira. La tensión bélica crece en Oriente Medio ahora con la presión sobre Irán en el Golfo Pérsico. Y sobre todo ello planea la evidencia de una emergencia climática que de no ser atendida -y nada indica que lo vaya a ser- puede tener consecuencias imprevisibles y catastróficas. Todo en orden. Es agosto, a disfrutar.