Por más que lo intento sigo sin entender la insistencia de las derechas navarras ya en pleno siglo XXI por situarse siempre al lado de los verdugos del genocidio franquista de 1936 en Navarra y despreciar a sus víctimas. La presencia de dos parlamentarios de Navarra Suma -ambos de UPN, además- en una francachela de exaltación y nostalgia franquista en una sociedad de Leitza es inaceptable políticamente e insostenible éticamente. Más aún cuando Iñaki Iriarte y Patxi Pérez no son dos cargos públicos cualquiera. Iriarte fue el candidato fracasado de Esparza para presidir el actual Parlamento de Navarra. Y Pérez fue director general en la Legislatura 2011-2015 cuando Esparza fue consejero en el Gobierno de Barcina. Es decir, ambos son personas de la máxima confianza del presidente de UPN. Iriarte, además, imparte desde las tribunas mediáticas periódicas lecciones de moralina en las que viene a decir que todos los que no piensan como él dice que hay que pensar e interpretar la realidad no son navarros normales y están contaminados por una larga lista de enfermedades morales. Viéndole sonriente y disfrutando de una jornada de hermandad festiva como lo más casposo y reaccionario de la ultraderecha navarra queda en ridículo la dimensión real de sus argumentos. Y Pérez se vio la pasada Legislatura inmerso en la investigación parlamentaria por el caso de la planta de biogás de Ultzama, del que finalmente salió bien parado judicialmente. No tanto, políticamente. Las derechas navarras, ahora unidas todas en el frente de Navarra Suma, han mantenido siempre la misma posición hipócrita y distanciada de las víctimas de la matanza franquista en Navarra -más de 3.200 personas sin juicio ni frente de guerra fusiladas, asesinadas y desaparecidas en cunetas y campos de toda la geografía- y de sus familiares. En cualquier democracia asentada y avanzada, la presencia de Iriarte y Pérez en un acto así tendría consecuencias políticas inmediatas y posiblemente penales. En Navarra, quizá aún leamos o escuchemos a Esparza justificar a sus acólitos con el habitual aquí no ha pasado nada, y pelillos a la mar. Hasta la juerga del año que viene. El resto, excusas.