esde luego que nada será lo mismo después del coronavirus. Nuestros hábitos tampoco. El otro día visualicé un gráfico interactivo en la Vanguardia para saber cómo actuar en caso de ir a la compra y regresar a casa (lavar toda la ropa, etc); creo que ni quienes trabajan en una planta nuclear adoptarán tantas cautelas. Son tantas medidas preventivas para reducir las probabilidades de contagio que vamos a asimilar como habituales muchos ticks que hemos adquirido en esta pandemia. Una especie de trastorno obsesivo compulsivo nos va a perseguir. Lo intuyo. Tocar los carritos de la compra directamente ya no lo concibo. No creo que nos acostumbremos a ir cómodos agarrados a la barra de la villavesa o pasar por la cinta del supermercado sin guantes. Llevaremos unos de latex plegables y un gel hidroalchólico siempre en el bolso o mochila. Limpiaremos el pomo de la puerta de una vivienda -la nuestra- que nadie más toca, traeremos el puchero de café a la oficina, subiremos siempre andando las escaleras, pondremos la toalla en la piscina a dos metros del de al lado o miraremos de reojo los medicamentos de la farmacia pensando si habrá que pasarles un trapo con agua y lejía. Y nos lavaremos las manos de forma permanente. Como Mikel Jackson, un poco neurótic@s.