nda Telecinco explotando la veta de dos periodistas autoproclamados de derechas en una de cuyas videollamadas en YouTube para poner a parir al Gobierno de Sánchez apareció la amante de uno de ellos cuando la novia oficial era una colaboradora de Mediaset. Los ínclitos se han salido con la suya, pues a costa del vodevil han logrado gran notoriedad y se presentan ante los conspiranoicos como víctimas de un contubernio para ocultar la gestión gubernamental de la crisis del coronavirus. Asistimos de nuevo a la colosal perversión consistente en que los periodistas se convierten en la noticia excediendo su rol de intermediarios entre las fuentes y la ciudadanía, como corresponde en toda democracia. En este caso se trata además de dos sujetos que ofician de activistas políticos, como omnipresentes tertulianos de cuota, alejados de la información veraz entendida como la rectamente obtenida y difundida. Flaco favor a este sacrificado oficio, basado en un esfuerzo sistemático de contraste y sometido a presiones que crecen geométricamente conforme aumenta la credibilidad profesional y por tanto la influencia social. En periodismo también cabe distinguir entre la fama de quienes se han ganado a pulso su condición de referentes y la popularidad efímera de los mercaderes de la bronca y de la provocación.