reo que todas y todos, no solo los docentes y las escuelas, tenemos este curso por delante una de las asignaturas más importantes y complejas de la vida, la asignatura de la salud, la de conseguir una sociedad sana, con ciudadanas y ciudadanos saludables, donde la enfermedad y sus tratamientos sean sólo una parte de esa salud y donde la clave esté en aprender cómo cuidarnos, prevenir y sentirnos mejor. Salud física, mental y emocional; salud que entienda a las personas como seres integrales, sea cual sea su edad. Y toca aprender, porque el virus, que nos hace comunicarnos en un lenguaje desconocido, lleno de PCR y datos epidemiológicos, no ha conseguido una palabra que describa lo que tendremos que vivir, con la incertidumbre como parte esencial de lo que viene. Seguimos en esa nueva normalidad, que es como no decir nada, porque cambia cada día. Y en ese aprendizaje cada uno y una tenemos un papel, los médicos y el personal sanitario, los docentes de todos los niveles, los cuidadores, los profesionales que atienden a personas vulnerables, los políticos, los periodistas, la sociedad en general. Entristece que el debate a la vuelta de este curso escolar se quede solo en la seguridad, que aún siendo importante, creo que no es lo determinante. Lo esencial es la salud, y lo saludable es que nadie se quede atrás, que la educación llegue en cualquiera de sus soportes hasta el último alumno, sea cual sea su circunstancia y su situación económica. Si es presencial mucho mejor, pero si no lo fuera, habrá que reinventarse y seguir aprendiendo y enseñando.