o puedo evitar mirar un ratico la tele cuando llego a casa por la noche. Podría enchufarme a alguna plataforma de pago pero no siempre encuentro el momento óptimo. Lo fácil es conectarse a la caja tonta a ver lo que sale y hoy, más que nunca, no dejan de sorprenderme los reality show. Seré un poco voyeur pero lo que menos me preocupa es la invasión de la vida privada a la que se exponen sus protagonistas o que llevemos la edición vigesimoquinta con récords de audiencia de algunos de estos programas. Inquietante es comprobar que algunas de estos chabacanos concursantes sean iconos para gente joven. No es lo mismo que los vean adultos que asumen que es un espectáculo a que sean adolescentes. Y estos tipos y tipas no son modelo ni ejemplo de casi nada, y seguramente estén guionizados. Hablo de realities como el que se rueda en la República Dominicana. El programa divide diferentes parejas en lujosas mansiones y se llevan a las chicas por un lado y a los chicos por otro, a los que se rodean (de ambos sexos) de posibles tentadores. Sobra decir que el programa reproduce todos los estereotipos que se puede una imaginar, con infidelidades como leitmotiv, cuerpos cortados por un mismo patrón, mujeres que copian el estereotipo macho, ataques entre féminas, los celos como muestra de amor, los varones cornudos de ayer y hoy, y la necesidad de interactuar en lo sexual para solaz del televidente... Y algunos de ellos van a pasar a Supervivientes. Sé que tengo alternativas al pan y circo, pero a veces me quedo entre la basurilla que me relaja.