o sé cómo reciben las personas sin trabajo las estadísticas que se publican sobre la evolución del empleo. Seguramente, con desinterés. Tienen razones para la desconfianza irónica y el malestar del descreimiento. Lo sé porque tengo muy buenos amigos sufriéndolo. Sobre todo, porque las estadísticas oficiales empañan de confusión esa realidad humana y social. En realidad, ni siquiera sabemos el alcance real del paro. Se repite el ciclo. Cada mes con los datos del paro del Inem y cada trimestre con la Encuesta de Población Activa. Gobiernos, partidos, sindicatos, periodistas, etcétera valoran los datos y porcentajes y números. Se comparan una estadística y otra, se echa mano de la estacionalidad, se analiza la evolución anual, se estudia el histórico de ese mismo mes en años anteriores, se resalta la calidad del empleo creado y del empleo destruido, se segmenta por edades, géneros y territorialidad. Según, la EPA de este primer trimestre de 2021, el desempleo ha dejado de crecer en Navarra y el paro se ha reducido en este tiempo en 800 personas. Un dato que parece indicar que el mercado laboral se está estabilizando tras un año de pandemia sanitaria. Pero la EPA también señala que hay 10.000 personas ocupadas menos que hace un año, lo que sitúa el numero de desempleados en 35.900 personas, un 33% más ahora que en 2020. Sin olvidar que aún se mantiene activa la salida provisional de los ERTE, trabajadoras y trabajadores que viven con la incertidumbre permanente de saber si recuperarán la normalidad en su trabajo mientras siguen en riesgo de ingresar en el desempleo. Pese a ello, Navarra sigue siendo la segunda comunidad con menor tasa de paro tras la CAV con el 11,45%, muy por debajo de la media del Estado. Y la evolución de los datos durante estos 12 meses apunta a signos de fortaleza en el tejido laboral de Navarra que señalaría una vía de recuperación de su mercado laboral conforme la pandemia actual evolucione hacia su final. Esa es la lectura positiva. Sin embargo, los jóvenes siguen siendo los más señalados. Yo insisto en esta columna sobre ello. Quizá alguien con responsabilidad lo lea. Solo entre los menos de 25 años aumentó el paro un 11% y alcanza ya el 31,2%. Un dato pésimo una vez más al que añadir las personas de más de 45 o 50 años a los que el empleo deja de mirar. Siempre hay personas detrás de esos porcentajes e interpretaciones. Lo demagógico, populista y conservador, que no es necesariamente de derechas, es mirar hacia otro lado a la espera de que escampe y crezcan los brotes verdes. Los recortes y la austeridad que acompañaron a la anterior crisis empeoraron la calidad del empleo y de los salarios y las condiciones de trabajo, redujeron el mercado de trabajo en Navarra -lleva años con un paro estructural por encima de las 30.000 personas- y dejaron una creciente fila de personas, hombres y mujeres, excluidos del empleo. A ellos se suma ahora, como consecuencia de la pandemia del coronavirus, la dificultad para incorporar a los jóvenes al espacio de trabajo. Como en cada crisis, son personas, no fríos números, lo que está en juego. Cada uno de ellos aporta una identidad propia, un nombre, un estado social y familiar, una cualificación profesional. Sueños, anhelos, necesidades, angustias. Son muchas personas.