ay cosas que tienen un valor que dista mucho de su precio y el arte es una de ellas. Valoramos mucho la cultura pero nos cuesta pagar por consumirla. Vemos el arte de los grandes nombres asentados en el mercado y estamos acostumbrados a escuchar las altas cantidades que coleccionistas, instituciones o particulares pagan por determinadas obras. Pero al mismo tiempo convivimos con los artistas de nuestro entorno, vemos su trabajo en exposiciones y catálogos, porque son esos creadores los que construyen a través de su obra el arte local, la creación contemporánea que define cada época, pero no sabemos el precio de lo que hacen. Hace unos años, los creadores plásticos lanzaron una campaña en ARCO en la que denunciaban que en el mundo del arte cobran todos menos el artista, que muchas veces, en la cadena de una exposición el único que no cobra es quien la protagoniza. La lanzaron para alertar sobre la precariedad que se esconde tras el falso glamour de ser artista. Las cosas no han cambiado. En Navarra los y las creadores visuales viven en total precariedad, con ingresos muy por debajo del salario mínimo y por debajo incluso del umbral de la pobreza. Así se detalla en un interesante y necesario informe presentado ayer en el Centro Huarte de Arte Contemporáneo en el marco del proyecto Sustraiak que arroja datos demoledores sobre un sector esencial.