l principal acoso y espionaje no lo sufren los políticos, lo padecen las mujeres por el hecho de ser mujeres a manos de sus parejas o ex parejas y favorecidos por las nuevas tecnologías (móviles, redes sociales...). Incluso existen softwares que se instalan en el móvil o tablet para vigilar de forma remota y silenciosa a las víctimas sin su consentimiento. Se acabó la pandemia y vuelven a florar con fuerza las conductas de control y dominación. Se dice pronto pero un total de 30.141 mujeres fueron víctimas de violencia machista en el conjunto del Estado en 2021 (299 denuncias en Navarra), un 3,2% más que en 2020 (3,5% más en la Comunidad foral) y, lo más preocupante, el mayor aumento se dio entre las menores de 18 años (28,6% hasta 661). Delitos que, en su mayoría, se producen en entornos cercanos y con personas de confianza, admite la responsable del Servicio de Asistencia a la Mujer del Colegio de Abogados de Pamplona, Maribel Martínez, que alertaba ayer de un aumento de los casos entre jóvenes y en edades tempranas, también de las agresiones sexuales. Y daba en la diana: el fácil acceso a la pornografía está “distorsionando y cosificando la imagen de la mujer”. Ellos, los consumidores del porno, aprenden a asociar excitación con violencia y, ellas, a que su posición de sumisión es la que va a gustar a la pareja, sin empatía hacia el porno pero sin conciencia crítica. Relaciones de pareja en la que se normaliza el control y la sexualidad real desde la ficción.