El debate sobre el estado de Navarra ha sido este año una interesante aportación al ágora pública. Es cierto que mantuvo el mismo tono bronco y la presencia de acusaciones y descalificaciones de la oposición de los últimos tiempos y que la estrategia de la crispación y de la difusión de bulos como argumentos de debate dificulta ver el alcance de los problemas y retos que debe afrontar Navarra e impide transmitir con eficacia las soluciones o alternativas a los mismos.
Pero se pudo observar la dualidad política de las dos visiones que componen hoy el debate público en la Comunidad Foral, la de una Navarra real y la de otra Navarra inventada. La presidenta Chivite llegó a la cita con la garantía de nuevos Presupuestos y un buen acuerdo fiscal para una amplia mayoría de los navarros y navarras en el IRPF y también una mejora para las empresas en Sociedades.
No ocultó los problemas y demandas de la sociedad y anunció soluciones –vivienda, sanidad y la creciente percepción ciudadana de inseguridad–, pero defendió la honestidad y fortaleza de su Gobierno, el modelo de calidad de vida y estabilidad institucional y política y convivencia social, e hizo alarde de los buenos datos económicos que acompañan cada una de los estudios que abordan la realidad de Navarra. Solo el último informe del BBVA que destaca sus expectativas de crecimiento y empleo en 2026 y la sostenibilidad financiera ya se ajusta más a la Navarra real que la Navarra apocalíptica.
También los portavoces de la actual mayoría democrática en Navarra, PSN, Geroa Bai y Contigo-Zurekin, incluida también EH Bildu, sin renunciar a exponer sus propias visiones sobre los problemas de Navarra, sus apuestas para solucionarlos y sus exigencias pendientes al Gobierno –el euskera fue una de la cuestiones pendientes que le expusieron a Chivite sus socios–, incidieron en una visión de Navarra mucho más sintonizada con la visión global que tiene también una mayoría de los navarros y navarras.
En sentido opuesto, UPN, PP y Vox insistieron en que todo va muy mal, que Navarra es el caos, se centraron en la supuesta corrupción que emana de las sombras del caso Cerdán, recuperaron el cadáver de ETA una vez más, no ocultaron su ansia porque la kale borroka fuera de nuevo una realidad presente en Navarra, y agitaron los discursos más duros de la ultraderecha contra las personas migrantes.
Ni vuelve aquella kale borroka, tampoco Navarra es un infierno fiscal ni las empresas huyen como llevan anunciando desde hace años, no hay una prueba por ahora de que el caso Cerdán haya podido salpicar de corrupción a Navarra y tampoco es un territorio sin ley ni orden. UPN admite con ese discurso cada vez más asimilado a las consignas de Vox –el PP ya lo tiene asumido–, que está lejos hoy de poder dar la vuelta a la actual mayoría en el Parlamento.
Pero acercarse a Vox en sus soflamas y las amenazas de sus mensajes solo logrará que una parte de su electorado acabe votando al original antes que a la fotocopia o se mueva a opciones mas centradas. Se puede disfrazar como cada uno quiera, pero el discurso de quienes se sitúan en la Navarra real está más cerca de la obviedad de que es uno de los mejores lugares del mundo para vivir y convivir que el de quienes se refugian en una Navarra inventada a falta de mejores argumentos.