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La Navarra profunda, la ley del pueblo

En estos tiempos de desarrollo en gran parte de la vida social no es difícil encontrarse con muchos sitios, en la mayoría turísticos, o pueblos perdidos dominados por un caciquismo aplastante donde predomina la jerarquía del hombre. Donde la civilización se quedó en los límites fronterizos y los animales sufren la falta de protección frente al agresor.

Parecen invisibles y simplemente lo son para esta gente que considera al perro como una herramienta en el mejor de los casos, sino en un confinamiento de por vida, estos perros no verán otro mundo y que por el propio egoísmo del propietario no tendrán otra oportunidad de tener una vida más digna.

Orden jerárquico basado en el dinero, en los bienes, en quiénes son o han sido en el pasado, obviando la ley que la civilización ha ido realizando a lo largo de su historia para evitar el enfrentamiento, basadas en hechos anteriores para evitar que se repitan. Aplican la ley del palo, ley de ordeno e invento una forma de vida próspera para los mismos que tienen el poder de decidir si les interesa que la ley por la que se intenta mantener una cordura social pasa o no de la señal de entrada al orden jerárquico establecido para que unos pocos sigan manteniendo muchas veces el terror hacia los animales y hacia propios vecinos por el hecho, no ya de ser diferentes sino por querer un mundo mejor.

Sacrificios desmesurados fuera de toda ética, fuera de toda forma digna de vida y muerte, sin ley, tampoco es así, es la ley del cacique. A él nadie le tocará ni le rechistará lo que el decida, sus perros defecarán donde les dé la gana, mientras que si tú vas de fin de semana a una casa rural te las verás y desearás para poder pasear a tu perro, pero los perros invisibles, que viven en la parte trasera de la casa y que al cabo del día no ven a más humano que a su dueño cada tres días cuando se acuerda de que el perro también come y bebe, no ya de que es un ser vivo que sufre y padece. Esos no los verás, son invisibles, la moral quedó estancada en la señal de entrada.

Perros que viven encadenados a su caseta, perros que viven en pequeñas jaulas desde las que ven pasar los días, perros que corren desbocados detrás de los coches y de la gente, perros que muchas veces tienen atemorizados a vecinos del cacique, perros que llevan un intocable a sus espaldas, perros que tienen propiedades adquiridas a golpe de dentelladas, de chivatazos en tiempos antiguos, de apropiaciones porque sí... y eso da el respeto necesario para poder hacer su propia ley, en la que lo que yo no digo no existe, donde la ley del silencio y del miedo marcan el día a día.

El miedo que son capaces de generar en forma de respeto se deja ver por todas las esquinas, aparte de sentirse en el ambiente, nadie les denuncia, hacen lo que fuera de su jurisdicción no pueden hacer, hacen lo que por ética y moral ha quedado prohibido y también en muchos casos tipificado como delito en el Código Penal, hacen de sus vecinos marionetas que bailan a su son, siempre se les puede apretar algo más, hacen de los animales el espejo de lo que el alma lleva dentro.

En épocas de sufrimiento gratuito y admitido, festejos, la sangre corre por la calle como si de un día de lluvia se tratara, animales sacrificados a golpe de cuchillo con chillidos de agonía mientras se desangran, animales confinados de por vida a la espera del cuchillo por el divertimento de unos pocos que se sienten bien matando y asesinando a sangre fría, sin complejos ni remordimientos. Los invisibles, las víctimas de la forma de vida basada en jerarquías son siempre los mismos, los animales que malviven bajo la mano de un dios ficticio inventado por la sociedad del materialismo, sin dignidad en sus vidas y en sus muertes para el orgullo de una sociedad decadente que se encamina más hacia el regresismo a las épocas de las batallas, en vez de evolucionar como el resto del mundo. Lentamente pero poco a poco es más gente la concienciada con el sufrimiento y el maltrato animal, con la esclavitud de por vida porque alguien así lo ha decidido, con el trato que se debe dar a un animal, a un ser que respira, vive y quiere seguir haciéndolo de forma digna, de la forma que a su especie corresponda y no como la especie que pretende ser el no va más.

La soga al cuello de quien no se puede defender, el poder del pasado y del presente, pero esperemos que no del futuro se debe romper por la presión de la sociedad, los invisibles deben salir a la luz y rendir cuentas por años de tortura, cadenas, sacrificios, ahorcamientos cuando ya no son útiles, por confinamientos antisociales, por el espejismo, porque la vida es para disfrutarla. Dentro de todas las especies que compartimos el planeta hay una que lo más cerca que me gustaría tenerla sería en un vaso, en un cacique con Coca Cola.

El autor es vicepresicente de cecpasociacion.org