dice el filósofo esloveno Slavoj ?i?ek que el lugar preferido de un ecologista no debe ser ni los frondosos bosques, ni las vastas praderas, ni los profundos océanos. El lugar preferido de un ecologista debe ser un vertedero de residuos. Sabemos que esto es una provocación, pero, ¿qué es lo que nos quiere decir realmente ?i?ek? Nos lo aclara con una metáfora bastante escatológica: cuando el hombre occidental tira de la cadena, el residuo desaparece de su vista como si de un milagro tecnológico se tratase. Pues bien, la verdadera labor de un ecologista es la de hacernos conscientes de que este milagro es, como todos los milagros, una ilusión del ser humano para poder sobrellevar su vida cotidiana. Que el milagro de hacer desaparecer lo sobrante no es tan sencillo como años y años de publicidad desarrollista nos ha hecho creer.

Lo hemos visto estos días en Seseña, donde el destino, incendio mediante, ha querido poner en primera plana el patio trasero de los años de esplendor de la España de la burbuja. Poceros, empresarios senegaleses y valencianos, políticos irresponsables, cinco millones de neumáticos gastados y cientos de ciudadanos estafados habitan ese patio. Y mientras las directivas europeas manejan bellos conceptos como “economía circular” o “ecodiseño”, se comprueba una vez más que la realidad se impone a ese idealismo, no sabemos si ingenuo o cínico.

Nos enseñaron a todos en la escuela que la materia ni se crea ni se destruye, se transforma. Por eso tenemos que ser conscientes que el reciclaje o el depósito en vertedero es un trasvase de materias. Cuando depositamos una botella de plástico en el contenedor, hay un porcentaje (minoritario) que puede acabar siendo un bonito forro polar, como nos enseñan los anuncios de Ecoembes. Pero en ese proceso, otras fracciones de la materia acabarán en una chimenea como emisión a la atmosfera, vertidos al agua o depositadas en un vertedero. Además, en todo el proceso se deberá usar energía, con el consabido impacto ambiental y por supuesto, un empresario debe asegurar su rentabilidad. Por eso dicen los verdaderos ecologistas que el mejor residuo es el que no se genera, principio que hacemos nuestro desde Podemos-Ahal Dugu.

Ante este problema de difícil solución, corremos la tentación de culpar al ciudadano. De decirle que él tiene la culpa porque es él el que genera los residuos con su desenfrenado consumo. Que si todos los habitantes del planeta consumiesen lo que un español consume, se necesitarían más de 2 planetas tierra para sobrevivir. Pero de la crisis hemos aprendido que la culpa no se reparte de manera proporcional, a pesar de que así nos lo querían hacer creer. Que la responsabilidad de quienes diseñan nuestro modo de vida es mucho mayor que la de una persona de a pie, que ha sido empujada a consumir de manera irreflexiva, con la única alternativa a ese modelo que la de convertirse en un héroe, un ermitaño o un excluido social. Pero lo que sí está en nuestra mano es intentar influir en las administraciones para tratar de racionalizar este sistema insostenible. Cada uno a su escala.

El nuevo Gobierno tiene entre manos el difícil reto de diseñar el nuevo Plan Integral de Residuos de Navarra PIGRN 2015-2025. Por ello, podemos y debemos plantearnos como principal reto que la ciudadanía navarra asuma un objetivo en la reducción de la generación de residuos más ambicioso incluso que ese mínimo del 10% fijado por Europa; que el aprovechamiento del residuo orgánico sea prácticamente del 100%, y con un tratamiento mediante compostaje para fertilizar los campos de cultivo navarros, implantando modelos de recogida selectiva más eficientes para que las cantidades absolutas de envases reciclados, una vez alcanzadas cotas de máxima eficacia en su reutilización y reciclado, sean menores de año en año. Y, además, que nuestros residuos no se incineren ni coincineren dentro ni fuera de nuestras fronteras.

Podemos exigir también que los principios de “autosuficiencia” y “proximidad”, así como términos tales como ”economía circular”, “ecodiseño” o “empleo verde” se hagan realidad y no se conviertan en meros adornos de tinte “verde” dentro de un texto que les es ajeno. Que sean en definitiva el eje estructural que dirija todo el desarrollo de este Plan. Y por último, podemos apoyar que todo ello se lleve a cabo bajo una gestión pública, para no repetir desastres como el de Seseña, donde volvemos a constatar que donde no hay rentabilidad para el inversor, el medio ambiente importa muy poco.

La gestión de los residuos es ,en resumen, un problema de todos, incluidos ciudadanos, políticos y técnicos. Y ante las propuestas de volver al modelo consumista anterior que nos ha llevado a estos desastres ecológicos, podemos proponer la apuesta ideológica que hace Santiago Alba Rico de un desarrollo, este sí, sostenible. Alba Rico dice que debemos ser revolucionarios en lo económico, conservadores en lo antropológico y reformistas en lo institucional. Lo primero porque este sistema donde el consumo es la causa y fin de todo es incompatible con el planeta en el largo plazo. Lo segundo porque debemos exigir que se nos deje llevar una vida buena, estable, y sin tener que generar millones de neumáticos gastados en hacer miles de kilómetros frenéticamente en esa rueda de hámster en la que damos vueltas sin fin. Lo último porque nuestras instituciones son herramientas válidas para dar la vuelta a la situación. Solo hace falta un poco de voluntad política. Precisamente esa que ha estado ausente en el caso de Seseña.

El autor escribe en nombre del Grupo de Medio Ambiente de Podemos-Ahal Dugu