Atar a una persona no puede ser una cuestión menor. Esta práctica que se da en los ingresos psiquiátricos debe conocerse para dar un mejor trato a las personas con sufrimiento mental. En Navarra es especialmente frecuente. Según los datos proporcionados por el Servicio Navarro de Salud se sujeta a uno de cada diez adultos ingresados en Tudela, a uno de cada cinco adultos y a uno de cada tres menores en el Complejo Hospitalario de Pamplona. Se sabe que esa práctica traumatiza a gran parte de quienes la sufren.

Hace unos meses esta cuestión se trató en una reunión de trabajo de la Comisión de Sanidad del Parlamento navarro. Lo dicho allí por directivos de salud mental dejó una serie de cuestiones inquietantes.

Primero defendieron que las medidas de atar o contener se realizaban por indicación, con rigor, dentro de una práctica de excelencia, y de forma proporcionada. De ello es obligado deducir, cuando la práctica de atar se realiza bajo criterios de calidad impecable, que pueden desconocer otras formas de hacer.

Aún con todo la dirección dijo que desarrollaría un “ambicioso plan” para reducir las contenciones al 50% en cinco años. Esta declaración vino acompañada de otra, en la que se afirmaba que también estaban a favor de “cero neumonías” (parafraseando la campaña de “cero contenciones”), una acotación acorde a “cero empatía”. Ese “ambicioso plan” en realidad es un absurdo, porque significaría que dentro de cinco años los adultos ingresados en Pamplona serán atados en una proporción similar a la actual en Tudela: ¿necesitan cinco años las unidades de Pamplona para aprender lo que ya se hace en Tudela?

Se defendió que había rigor clínico en la práctica de la contención, pero no parece muy rigurosa cuando solo en el 28% de las contenciones se anotaba cuando se liberaba a la persona; en la mayor parte no se podía determinar la duración de la contención.

Las motivaciones anotadas para realizar las contenciones son otra de las cuestiones inquietantes, ya que gran parte no obedecían a riesgo y conducta agresiva. Como ejemplo, para los adultos del Complejo Hospitalario de Pamplona la motivación para atar fue: conducta agresiva a otros 11,15%, riesgo de conducta agresiva a otros 18%, conducta autolesiva 1,15%, riesgo de conducta autolesiva 14,6%, agitación e inquietud 45% y otros 10%. Esto cuestiona tanto la indicación como la proporcionalidad de la medida para muchas de las personas que acabaron atadas.

Y seguramente es todavía más preocupante conocer que los datos indican que también se ata a niños de 11 años, sabiendo que se ha sujetado a otros de menor edad. ¿Cómo se defienden estas contenciones? Podría ser interesante ver que dicen al respecto la Dirección de Salud Mental y el Servicio Navarro de Salud, pero también los partidos políticos, que son los gestores de lo público. ¿Se desea asumir que la salud mental que se necesita en Navarra es una que ata incluso a niños tan pequeños?

Hace solo dos años los políticos navarros pensaban que la práctica de la contención era algo anecdótico, actualmente deben asumir que es frecuente. La cuestión ahora es saber si se van a interesar sobre las cuestiones de salud mental, donde además de las sujeciones hay otras formas de coacción muy extendidas, extrañas a otros campos asistenciales, denunciadas por instancias públicas y privadas en todo el mundo, junto a un crecimiento espectacular del gasto en Navarra, especialmente en recursos de ingresos y en fármacos mucho más caros y de malos resultados, que se acompaña de un incremento extraordinario de las incapacidades, como nunca antes, por nombrar algunas de las cuestiones que convienen abordarse de forma imperiosa. Su actitud es fundamental para mejorar realmente la salud mental tan necesitada de cambios en profundidad.

El autor es psicólogo clínico