iguiendo la lógica especulativa que tanto nos enseñó la crisis financiera del 2008, el tiempo de crisis es tiempo de oportunidades, o, como decían los sotánicos satánicos de mis años escolares: "hagamos de la adversidad virtud".

Así pues, ¿qué nuevos retos podemos afrontar con la alegría que otorga el atrevimiento y la ignorancia? Urge reconsiderar nuestro sistema educativo y revertir el fracaso en un nuevo planteamiento que dote de confianza al alumnado. ¿Acaso necesitamos que nuestros descendientes se afanen en institutos y universidades si San Google puede responder todas nuestras ignorancias y olvidos? ¿Para qué estudio y superación si la robótica está mejor preparada que la humanidad para administrar y fabricar cuantos utensilios precisemos, tanto necesarios como superfluos? ¿Para qué pretender iniciativa e ingenio si la bigdata conoce mejor que nosotros mismos nuestros gustos, necesidades y conveniencias ubicándonos con prontitud y eficacia en el lugar social que nos corresponde? Reduzcamos a la mínima expresión el gasto educativo y dejemos que las cámaras de seguridad guíen nuestros pasos prescindiendo de quehaceres y talentos. Sabemos por experiencia lo bien que arden los libros, así que recobremos la utilidad de las bibliotecas caldeando las pocas aulas que se precisarán en los fríos días de invierno.

Al ingente conjunto de nuevos desocupados que estas iniciativas van a procurar, habrá que añadir la inevitable reconversión del estamento militar: no tenemos una guerra desde hace ochenta años, y aunque la hubiere serán más eficaces los drones y robots, ajenos a bajas, ascensos, jubilaciones y vacilaciones que soldados y policías. Como queda dicho, las cámaras de control social dirigirán las máquinas dotadas de métodos coercitivos suficientes (pistolas taser, disciplinas mecánicas, gases lacrimógenos e incluso armas de variada munición) para hacer frente a cuanta delincuencia y ataque enemigo se les presente. No será difícil proveerlas de artilugios que evalúen la fechoría respondiendo y reprimiendo el crimen y haciendo superflua la labor del juez que quedaría liberado de su función.

¿Y qué hacer con las hordas de ociosos que dichas iniciativas proporcionarían con la reforma de estos y otros segmentos profesionales y laborales? Sabido es que el suministro energético es una de las necesidades más perentorias de la nación en este momento, y no digamos en el futuro que se avecina. Es menester que, a las consabidas infraestructuras solares, eólicas e hidráulicas que ya funcionan, implementemos otros métodos más imaginativos que aumenten el caudal energético necesario para el funcionamiento de nuestra nación. Y dado que, al decir de los sabios, la energía ni se crea ni se destruye y, ya que cada uno de nosotros somos una eficaz fábrica de excrementos, pues no conozco a nadie que ingiera y no deponga, aprovechemos el fruto entrañable de nuestro vientre para compostar y transformar las cotidianas deposiciones en corriente alterna: la famosa energía de la mierda. Si algo no nos ha de faltar son productores.

Una vez más tenemos la oportunidad de aplicar soluciones imaginativas y producir las sinergias adecuadas para superarnos a nosotros mismos y conseguir que la humanidad jalone un nuevo éxito en su peculiar singladura en la evolución de la especie... de la especie de estercolero que hemos convertido el planeta.