i a los ciclistas que acaban de participar en un esprint les preguntamos detalles sobre lo que había en los márgenes de ese tramo de carretera veremos que seguramente no habrán captado detalle alguno. Y es que cuando las personas tienen una alta motivación para conseguir un objetivo, tanto sea un logro muy apetecible como escapar de una amenaza desbordante, se lanzan tras él con una energía proporcional a la necesidad de conseguirlo. El objetivo ocupa totalmente su atención, y la persona descarta el resto de información. Este fenómeno universal se conoce como visión de túnel, se intensifica si el objetivo está próximo. Ayuda a la acción inmediata pero perjudica a la reflexión.

La pandemia ha provocado un estado de shock en gran parte de la población, por la misma epidemia, por la organización ante ella y por el futuro problemático que se avecina. Otros ven en la epidemia una oportunidad, por ejemplo intentando colar test y mascarillas de ínfima calidad y así conseguir más dinero. Y en otros el mismo estado de shock es una oportunidad para agitar la inquietud de la población al objeto de desalojar del poder a un gobierno considerado ilegitimo (sic), creyendo que ese objetivo está a la vuelta de la esquina. Y cierta oposición ha creído, y también manifestado, que no se debe dejar pasar esta oportunidad. Para ello han decido intervenir en la comunidad en su estilo habitual: reforzar los mensajes de incompetencia del gobierno en el coronavirus, criticando una cosa y la contraria, sea justa o no, y con el mayor estrépito posible para que su mensaje se grabe en la población, sin escatimar exageraciones, confundir lo accesorio con lo fundamental, y esparcir insultos y bulos por todos los altavoces sociales. Incluso se combina con mensajes de querer apoyar al gobierno, aunque decirlo no es hacerlo. Aplican en este contexto los métodos que han usado en los últimos años. Hay infinidad de ejemplos, tanto en Navarra como en el resto del país. Solo la actividad verbal de los líderes de Vox, del señor Casado y sus portavoces señor Montesinos y señora Álvarez de Toledo, por citar algunos, daría para una antología de expresiones hostiles que promueven la agitación y encrespamiento, aunque tampoco hay que subestimar el verbo grueso del señor Sayas. En su afán no dudan añadir a su arsenal de acusaciones, en todas las direcciones, el de ser gravemente vilipendiados por ese gobierno comunista y chavista (sic). Nadie puede apreciar en la comunicación social de esta oposición un atisbo de crítica reflexiva y colaboración.

Esta oposición no se encuentra ante una tragedia, sino a punto de derribar al gobierno, y por ello la epidemia es solo una vara para atizar. Su visión de túnel pierde los detalles de la situación. Aunque acusan al gobierno de no posicionarse adecuadamente ante la epidemia, son incapaces de entender que se colocan ante la catástrofe en una posición peor que la del gobierno que se equivoca, y con una postura ética reprobable. No comprenden lo que sí hacen muchos ciudadanos, que este es tiempo de apoyarnos unos en otros, como comunidad.

Una actitud diferente ante los distintos gobiernos (estatal y autonómicos) podría ser: "La epidemia que nos ha tocado vivir es una desgracia y una amenaza, se trata de una situación compleja, reflexionemos juntos, escuchen nuestras aportaciones, y encontremos que cosas podemos hacer entre todos, para que la comunidad sufra lo menos posible". Esta sería una actitud de compresión y de colaboración que podría contagiar positivamente a nuestra comunidad, sería una buena vacuna.

Se puede agradecer que hace pocos días el señor Esparza dijera estar "dispuesto a participar en el plan de reactivación en el marco del Parlamento", pero dos días después persistía en el estilo tosco. Quienes no pueden orientarse en este contexto con una actitud ética de comprensión y colaboración, con reflexión crítica, necesitan saber que descuidan las necesidades que surgen del impacto de esta situación, y que no comprometerse en un plan conjunto multiplicará el daño de la epidemia y los errores de gestión pasados y futuros.

El autor es psicólogo clínico