scuchaba hace unos días a un reputado representante de la Comisión Europea que esta crisis tiene una característica que la hace diferente a otras anteriores, que es la vulnerabilidad que hemos sentido en todo el mundo llamado desarrollado. Hemos percibido que nuestra vida estaba en peligro y no estábamos preparados para ello. Además, nos hemos dado cuenta de nuestra interdependencia global, y al principio, cuando la crisis sanitaria estaba fuera de control, surgieron en muchos países respuestas proteccionistas tipo "sálvese quien pueda".

Ahora, y lo digo con toda la prudencia, a medida que la crisis sanitaria empieza a estar controlada, empezamos a darnos cuenta también de nuestra vulnerabilidad económica. En la medida en que, dejando fuera a los colectivos más vulnerables a la enfermedad, observamos cómo se va reduciendo la velocidad de propagación de la enfermedad y somos conscientes de que la posibilidad de que dicho contagio tenga una consecuencia grave en nuestra salud es baja, empezamos a sentir más miedo y preocupación por nuestra situación económica que por nuestra situación sanitaria.

Y en estos momentos, nos percatamos también de otra característica que suele ser común a todas las crisis: su asimetría. La crisis no está afectando por igual a todos los países, ni siquiera por igual a todas las regiones de un mismo Estado. Al margen de que el nivel de expansión y gravedad de la enfermedad no está siendo el mismo, cada Estado, incluso cada región tenemos una estructura económica diferente, y es obvio que la crisis no está afectando por igual a todos los sectores económicos. Además, cada Estado, fruto de la trayectoria pasada, tiene una capacidad económica diferente: hay países con el agua al cuello y otros tienen un margen presupuestario mucho mayor.

Pero esta asimetría también la observamos en el interior de cualquier región. Si miramos a Navarra, vemos sectores económicos más o menos afectados; vemos empresarios y empresarias cuyas empresas están sufriendo muchísimo y otros sin embargo que van mejor; vemos trabajadores y trabajadoras que están afectados por un ERTE o por situaciones de regulación, y vemos otros que sin embargo siguen trabajando con normalidad sin que su empleo ni sus ingresos estén en riesgo. Y seguimos viendo a las personas que ya antes de la pandemia estaban desempleadas, o a nuestros niños y jóvenes o a nuestros mayores. Y en cada uno de esos grupos, personas con un punto de partida distinto: personas que no tenían ahorros y vivían al día y personas que sin embargo tenían un remanente económico de partida. Cada uno de nosotros, en nuestro contexto individual, vemos esa asimetría en nuestras familias o en nuestras amistades y redes sociales.

En estos primeros dos meses desde la declaración del estado de alarma, nos hemos concentrado en el ámbito sanitario, y, a la vez, hemos tratado de tomar medidas, desde el ámbito estatal y regional, que reduzcan desde el minuto uno la vulnerabilidad económica que se ha creado. Medidas en el campo laboral, como los ERTE; medidas facilitadoras de liquidez a las empresas, como los aplazamientos de obligaciones tributarias, los convenios con Elkargi y Sonagar para facilitar préstamos a pymes y autónomos o las líneas del ICO, así como medidas que acompañen a nuestras autónomas y autónomos, como la prestación estatal por cese de actividad o la relevante ayuda complementaria acordada en Navarra. También en el ámbito europeo se han movilizado medidas en estos ámbitos.

Toca ahora mirar hacia el futuro. Un futuro que se caracteriza por una palabra: incertidumbre. Incertidumbre ante la duración del proceso de desescalada; incertidumbre, mayor o menor según cada persona, sobre su disponibilidad económica de ingresos a corto y medio plazo, y en consecuencia sobre nuestras decisiones de gasto; incertidumbre, mayor o menor según cada empresa, sobre su volumen de ventas y sobre la evolución de su cuenta de resultados, y por lo tanto sobre sus decisiones de gasto e inversión; incertidumbre, para las administraciones públicas, sobre nuestro nivel de ingresos y nuestras capacidades y limitaciones para asumir endeudamientos. Una incertidumbre con la que tendremos que ir tomando nuestras decisiones, cada uno en nuestro ámbito. Un futuro en el que será muy relevante la apuesta que seamos capaces de generar desde las instituciones europeas. Como europeísta convencido, vivo este momento con la ilusión de que Europa dé un salto adelante en su proyecto político, y sea capaz de ofrecer una respuesta ilusionante que contemple las diferencias de estructura económica y de capacidad financiera de los distintos estados.

Pero además de la respuesta europea, y la que pueda darse también desde la Administración General del Estado, será también crucial la respuesta que demos desde Navarra, desde dos parámetros: en primer lugar, en cuanto al modelo socioeconómico, y en segundo lugar, en términos de responsabilidad y compromiso.

En cuanto al modelo, creo que va a ser clave seguir trabajando por una Navarra competitiva económicamente, cohesionada en lo social y como en lo territorial y sostenible medioambientalmente, basada por lo tanto en un empleo de calidad. Un modelo en el que prioricemos elementos transversales de referencia como la innovación, el desarrollo empresarial, la conectividad y la digitalización, la educación y la formación, así como la transición energética y la economía circular, y, a la vez, sigamos manteniendo el concepto de la especialización inteligente, en la medida en que tenemos que apostar por aquellos sectores en los que tenemos o podemos tener mayores ventajas competitivas, potenciando nuestras cadenas de valor en cada uno de ellos.

En términos de responsabilidad y compromiso, porque va a ser esencial que cada uno nos preguntemos tanto desde nuestro rol común de consumidores y de contribuyentes como desde nuestra posición concreta qué podemos hacer para contribuir a este enorme reto colectivo. Una interpelación tanto para las empresas a las que les va muy bien, para nuestros emprendedores y emprendedoras, o para las personas que cuentan con un empleo seguro y retribuciones por encima de la media, como para las empresas y personas a las que la incertidumbre y las dificultades les afectan más de lleno, para nuestros investigadores e investigadoras o para las personas con responsabilidades políticas en la toma de decisiones sobre los fondos públicos. Como en Europa, desde la asimetría con la que la crisis nos afecta a unos y a otros, va a ser fundamental que demos una respuesta comprometida proporcional a las posibilidades de cada uno.

Pese a las dificultades reales y a la incertidumbre ante el futuro, estoy seguro de que, si sumamos una adecuada respuesta europea, una apropiada orientación estratégica en torno a nuestro modelo de desarrollo socioeconómico y altas dosis de responsabilidad y compromiso colectivos, saldremos reforzados y llenos de esperanza.

El autor es consejero de Desarrollo Económico y Empresarial