l Desarrollo Sostenible es un concepto que engloba tres tipos de solidaridad: interterritorial, interpersonal e intergeneracional. Las tres están siendo cuestionadas por la covid-19. Tenemos que aprender.

Hace muchos años, casi 150, que la ecología (Haeckel 1867) se fue abriendo camino en la cultura del primer mundo. El estudio de la casa, el entorno, donde desarrollamos nuestra vida, humanos, animales, plantas, bacterias y virus, vino siendo reconocido por nuestra especie desde la prehistoria. Por necesidad de supervivencia: alimentos, ropajes, medicinas, etcétera, el homo sapiens siempre ha vivido en equilibrio con la naturaleza. Mucho de lo aprendido y practicado por la especie humana fue pasando de generación en generación de forma oral. Con la escritura la transmisión se hizo más notoria. Está en cuestión si más desarrollo técnico y crecimiento económico conllevan necesariamente peor calidad del medio ambiente. Darwin y Haeckel no aprobarían lo que hemos hecho con el planeta desde la revolución industrial.

Desde aquella Conferencia de Estocolmo en 1972, se vienen sucediendo las cumbres medioambientales, propiciadas por la ONU. En ellas se sigue alertando sobre los problemas que la población humana está ya teniendo en el siglo XXI. Se dieron múltiples avisos, se previno sobre el calentamiento global y el cambio climático. Conocemos cifras sobre la desigualdad social, las imparables migraciones, el difícil continuismo de una economía de crecimiento sostenido. Urge una transformación del capitalismo hacia un crecimiento sostenible.

El miedo a este coronavirus está provocando el examen de nuestras conciencias: las individuales y la colectiva. Opino que muchos de nuestros hábitos van a cambiar.

La economía intenta utilizar una parte del lenguaje científico para su propio beneficio. Es una de las formas de utilización de lo que conocemos como eufemismo: emplear palabras políticamente correctas. No soy lingüista y no puedo profundizar en esto.

No es difícil hacer un balance del trabajo desarrollado en Navarra en materia de equilibrio ambiental, respeto a la naturaleza, explotación de recursos naturales, recogida y tratamiento selectivo de residuos, captación de agua para su potabilización y posterior depuración€ y tantas cosas más. Seguramente obtendríamos una buena calificación en su conjunto y excelentes notas en cuestiones concretas. Pero el problema es que para la ecología y la economía las mugas de la comunidad foral no existen. Todo lo que sucede a nuestro alrededor forma parte de nuestro propio gran ecosistema. Si Navarra se distingue por algo a nivel mundial es por su diversidad: litología, suelos, relieve, climas, vegetación, costumbres. Somos lo que algunos llaman la pequeña Europa. De norte a sur y de este a oeste lo tenemos todo. No es tanto mérito nuestro, sino de nuestros ancestros, haberla traído hasta aquí. Los navarros supieron proteger el territorio. Aún así, aquí la covid-19 ataca con la misma dureza que en el resto de España, Europa, mundo. La explicación tiene que ver con el tipo de vida que llevábamos antes del 13 de marzo de 2020. Una zoonosis como ésta sólo se puede parar cambiando los malos usos e insanos hábitos de nuestra sociedad. La globalización, el turismo en masa, las aglomeraciones de personas, la masificación, el consumo sin límites€

Tenemos que analizar nuestro nuevo modo de vivir. Pero lo que más oímos en la calle es el deseo de que pase este mal sueño. Seguimos viendo como una pesadilla algo que no es otra cosa que la consecuencia de nuestra mala cabeza.

Y sí, hay que apelar a la responsabilidad individual, pero no saldremos de ésta si nuestras autoridades, los gestores de nuestros gobiernos, no reconducen su actitud, olvidándose de ganar escaños en las próximas elecciones, exigiendo el cumplimiento de las medidas que los comités técnicos determinen. Choca que, en el actual contexto, permanezca la defensa del derecho de autodeterminación. La hipótesis de que la independencia hará prevalecer la luz sobre la oscuridad resulta un engañabobos. Justamente lo contrario, la empatía, la comprensión de que el planeta es de todos, la solidaridad, la economía circular, el hacer un modelo de vida sostenible puede salvarnos. Sin producción de riqueza, pero con mejor reparto de la misma, no hay salida. Sin comprender que cada cuerpo humano es sólo una partícula de la biosfera que, junto a las demás, también los pangolines asiáticos, sufren y padecen las relaciones con el medio ambiente, difícilmente mejoraremos.

Y en aras de una mejor educación diré que no sobra ningún colegio. Corren vientos de lo contrario en relación con el colegio Víctor Pradera, en la Milagrosa de Pamplona. La ecología y la economía impedirán su cierre y derribo. Cuidado con sus planes urbanísticos, señor alcalde.

El autor es profesor jubilado