eguro que ni se le pasó por la cabeza a Mikel todo lo que ha traído después lo que hizo aquel día. Aquella mañana, para ir a la ikastola, decidió ponerse una falda. Todo lo que ha supuesto el cumplimiento de su deseo ha demostrado que esa falda es algo más que un trozo de tela.

Pues bien, así las cosas, este gesto provocó aquella mañana un terremoto enorme. Mikel fue enviado al psicólogo por uno de sus profesores, después de interrumpir la clase, cuando aún podía oírse el eco de los insultos que había recibido. Por vestir falda y tener pene, en 2020, al psicólogo.

De hecho, Mikel, quizá sin saber lo que hacía, llevó a cabo una pequeña acción política contra la norma cuando se atrevió a cumplir su deseo. O, no tan pequeña, si tenemos en cuenta la repercusión que ha conseguido. Solo necesitó denunciar lo que le pasó en la ikastola en las redes sociales para encender la mecha de su revolución. Ya no es solo su revolución.

Que aquel profesor enviara a Mikel al psicólogo es un síntoma que muestra una sociedad enferma, hasta decir basta, de cisheteropatriarcado. Esa sociedad, en conjunto, también tiene, tenemos y tienes una respuesta muy aprendida para quien se atreva a salir del camino marcado: el castigo. Eso es lo que Mikel tuvo quesoportar ese día, ya que los insultos y el hecho de que lo enviaran al psicólogo fueronsu castigo.

Pero, ¿qué es lo que hay detrás de ese castigo? ¿Qué nos impulsa a castigar a aquella persona que se sale del camino marcado? Proteger lo nuestro, evidentemente. Nos demuestra quiénes estamos siguiendo el camino. Descoloca lo que somos, y no podemos permitir que alguien igual se ponga falda, porque supone que también podríamos vestirla. Y eso nos obliga a enfrentarnos con fantasmas y miedos. Porque salirse del camino da miedo y no somos capaces. No podemos ni queremos, porque sería un esfuerzo enorme. Por lo tanto, en lugar de aceptar lo que nos mueve, pisoteamos a Mikel, le insultamos y le enviamos al psicólogo a responder preguntas que deberían estar totalmente fuera de lugar.

Todo esto se basa en un modelo de masculinidad tóxico, hegemónico y normativo que nos ha hecho creer que la solución para acabar con la brecha de género son la igualdad y la coeducación. Ha llevado a las mujeres a lugares donde hasta ahora no estaban, sí, pero apenas ha abierto el debate del modelo de masculinidad. Podemos llamarla igualdad a medias. Así que el cisheteropatriarcado nos ha vuelto a engañar y no nos hemos dado cuenta: la masculinidad sagrada no se toca.

En este contexto, aquella mañana Mikel intentó provocar al sistema cuando cumplió su deseo. Y, en consecuencia, recibió una respuesta que el sistema tiene automatizada. Pero Mikel no necesita ayuda psicológica por vestir falda. La que necesita ayuda para poder vivir y ser más libre fuera de la rigidez de la cisheteronormatividad es la sociedad que castiga a Mikel por provocar al sistema.

Sí, la sociedad y su actitud son las que deberían ser objeto de debate. Llevamos muchos años poniendo el foco sobre aquellas personas que rompen la norma, pero es hora de poner el foco sobre las que la siguen. Porque el debate no puede ser que Mikel se haya puesto falda, sino lo que eso provoca en el resto y porqué.

Afortunadamente, desde entonces se han sucedido también numerosas réplicas de aquel terremoto. Entre ellas, la acción llevada a cabo en el instituto público Zuazola-Larraña de Oñati por su alumnado. A la vista del escándalo creado, decidieron que también vestirían con falda para ir a clase al día siguiente. Lo pensaron, lo dijeron y lo hicieron. Es cierto que vestir falda por un día no va a resolver de golpe el problema de base, puede que parezca solo una acción simbólica. También es cierto que algunos jóvenes que vistieron falda han tenido que recibir insultos en sus centros y otros se lo han tomado como un juego. Sabemos que las raíces del patriarcado no desaparecerán de un día para otro.

Sin embargo, ir a clase con falda por un día no sólo es algo simbólico, sino que es un acto lleno de simbolismo. Es, de alguna manera, hacer política a pequeña escala. Es la muestra de algo que nos puede llevar a abrir una ventana de esperanza: también tenemos una juventud despierta que ve que a su alrededor están pasando cosas, que tiene conciencia política y cuestiona la norma. Y, asimismo, este tipo de acciones son también un síntoma de que hay profesionales con conciencia a su lado que ofrecerán su ayuda en ese camino.

En el sindicato educativo STEILAS hemos venido insistiendo en los últimos años en la necesidad de superar el concepto de coeducación y poner en marcha pedagogías feministas, y este tipo de situaciones no hacen más que reforzar el planteamiento. Aunque sea poco a poco, debemos construir una sociedad que deje atrás la cisheteronormatividad si queremos tener en el futuro la sociedad justa y libre que hoy no somos. Que continúe el terremoto.

Sindicato STEILAS