l pasado 14 de marzo se dio el pistoletazo de salida del año electoral alemán por excelencia. Las recientes elecciones en los estados federales de Baden-Württemberg y Renania del Norte-Palatinado dejarán paso en los próximos meses a los comicios regionales en otros cuatro de los dieciséis estados alemanes. En el horizonte, las elecciones generales de septiembre de este año.

La CDU de Angela Merkel -que no se presentará a la reelección- se mostró debilitada en los dos primeros envites electorales, perdiendo un 3% de los votos en Baden-Württemberg y un 4% en Renania del Norte-Palatinado. Los electores pasaron por las urnas una semana después de que saliera a la luz el Maskenaffäre, el escándalo en el que se han visto envueltos diputados de la CDU y la Unión Social Cristiana (CSU), su partido hermano bávaro. Los políticos conservadores -hasta el momento se han conocido tres casos- usaron su influencia para asegurar, a cambio de comisiones, la adjudicación de contratos públicos de compra de mascarillas a distintas empresas en los primeros meses de la pandemia. La evolución de las encuestas ha demostrado que las últimas informaciones sobre la corrupción hundieron a los candidatos de la CDU en las elecciones regionales.

Los grandes ganadores de las elecciones regionales de marzo fueron Die Grünen (Los Verdes). Los ecologistas pasaron de quinta a tercera fuerza en número de escaños en Renania del Norte-Palatinado, prácticamente doblando resultados. En Baden-Württemberg, Los Verdes consiguieron asegurar durante cinco años más la que hasta el momento es su principal plaza de poder institucional, la presidencia del tercer land más poblando del país. El actual presidente de la región del suroeste de Alemania con capital en Stuttgart, Winfried Kretschmann, representa el ala más liberal de Los Verdes. En un intento de promover la venta de coches durante la crisis actual -uno de cada cuatro trabajadores del sector del automóvil en Alemania vive en Baden-Württemberg-, Winfried Kretschmann implementó una política de incentivos para la sustitución de vehículos antiguos por nuevos coches de diésel y gasoil, aunque a muchos sectores de los verdes no les gustó esa iniciativa.

Los exitosos resultados electorales de los verdes alemanes del pasado 14 de marzo son continuación de los conseguidos en las elecciones al Parlamento Europeo del 26 de mayo de 2019, donde la formación subió más de diez puntos, hasta el 20,7% de los votos, lo que se tradujo en 22 de los 96 escaños que le corresponden al país. El ascenso coincidió además con un aumento de 18 puntos en la participación, que no había superado el 60% desde el siglo pasado. Además, y en concordancia con la movilización estudiantil en las principales ciudades de Alemania contra el cambio climático, los más jóvenes votaron mayoritariamente al partido verde.

El partido verde alemán es el buque insignia de los partidos ecologistas europeos. En las últimas elecciones europeas protagonizaron un logro histórico al situarse por primera vez como el segundo partido más votado, después de los conservadores y por delante de los socialdemócratas.

Los verdes saben que esta vez podrían formar parte de un Gobierno de coalición mirando casi a la par al otro socio, porque desde finales del 2018 se han convertido en un partido que, de modo estable, supera a los socialdemócratas en varias convocatorias electorales.

De 1998 al 2005 los verdes fueron el socio menor en sendos gobiernos de coalición del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder. Pero era un matrimonio muy desnivelado. En el primer ejecutivo, el SPD aportaba el 40,9% de los votos y los verdes el 6,7%; y en el segundo, los socialdemócratas tenían el 38,5% y los ecologistas el 8,6%. La cara más visible de los verdes entonces era Joschka Fischer, ministro de Exteriores, en una coyuntura en la que el partido tuvo que hacer equilibrismos entre su pacifismo y las misiones del Ejército alemán en Kosovo y Afganistán.

A partir del 2008, Alianza 90/los Verdes empezó a transmitir disponibilidad a pactar con el centroderecha. El partido mantiene su postura de protección del medio ambiente y su defensa de causas sociales, pero ha hecho también su particular viaje hacia el centro. Es decir, Los Verdes son una familia no del todo uniforme, con rasgos ideológicos levemente diferentes, y en muchos casos bastante pragmáticos como para establecer alianzas también con partidos de corte liberal o conservador.

Pero cabe preguntarse si las ansias de gobernar a los verdes alemanes los llevarán a abandonar buena parte de sus postulados políticos, cuestión que ya ha ocurrido en parte en Austria, que se ha convertido en un cierto experimento de una coalición federal que jamás se había visto en este país, y tampoco en Europa, al formar un Gobierno de conservadores y verdes. El acuerdo fue muy espectacular porque el líder conservador, Sebastian Kurz, había pactado con la ultraderecha en la anterior legislatura. Ese Ejecutivo cayó en mayo del 2019 por el escándalo sobre potenciales corruptelas de los ultraderechistas. Se convocaron elecciones anticipadas para septiembre de ese año y apareció el factor verde. Los ecologistas -que se habían quedado fuera del Parlamento en los comicios anteriores- lograron ser la cuarta fuerza, liderados por Werner Kogler, actual vicecanciller, que defendió desde el principio el pacto con los conservadores. Para el canciller Kurz, el acuerdo ha sido importantísimo y de plena satisfacción. Trece meses después del inicio de la andadura, y con la pandemia como principal cuestión del país, los verdes han quedado bastante desdibujados y han tenido que aceptar la política migratoria reduccionista del canciller de Austria. Kurtz ha declarado en varias ocasiones que no está de acuerdo con el Pacto Mundial para la Migración por considerar que puede sentar la base para que sea considerada como un derecho humano.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente