n el marco de realización del Encuentro Nacional de Escuelas de Segunda Oportunidad, queremos destacar el papel vertebrador e inclusivo de este innovador modelo educativo, imprescindible en una sociedad más integradora.

Una sociedad justa y solidaria es la que posibilita la igualdad de oportunidades de formación para todas las personas. La educación es clave para conseguir la inserción social de los y las jóvenes y romper con un ciclo que perpetua las desigualdades de origen como factor desfavorecedor en el rendimiento educativo. Según el informe PISA, sólo en el alumnado de 4º de Educación Secundaria Obligatoria hay una brecha equivalente a dos años de formación entre el alumnado de mayor y menor nivel socioeconómico. Las estadísticas de fracaso escolar en Navarra, aunque son mejores que en otras comunidades, señalan en los últimos años que en torno a un 10% de jóvenes no llega a obtener el título de la ESO. Los datos son fríos, pero no hay que ser autocomplacientes al compararse con otras autonomías, ni olvidar que detrás de esos porcentajes hay historia de vida.

Con el objetivo de dar una respuesta innovadora y eficaz a jóvenes de 16 a 30 años que han abandonado la enseñanza obligatoria ordinaria, se creó la Asociación de Escuelas de Segunda Oportunidad (E2O), englobando a 7.994 jóvenes y a un total de 740 profesionales de todo el Estado, y a la que pertenece Fundación Ilundain Haritz-Berri, única entidad en Navarra con esta acreditación. A través de un itinerario formativo y laboral, prolongado en el tiempo, se busca dotar a la juventud con las competencias profesionales y transversales que les permita alcanzar una cualificación profesional que posibilite una integración social con la estabilidad necesaria como para construir un futuro digno.

En un contexto como el actual, con una fuerte crisis económica que afecta de forma especial a los colectivos más vulnerables, es más necesario que nunca contar con recursos estables que favorezcan segundas oportunidades. No debemos olvidar, por ejemplo, que a raíz de la actual crisis sanitaria y económica, el desempleo en jóvenes menores de 25 años se ha incrementado en más de un 43% desde marzo de 2020, siendo éste el sector de población más afectado por la destrucción de empleo del último año. La formación y capacitación, como vía de mejora de la empleabilidad, es básica, teniendo en cuenta además que el 70% de las personas desempleadas cuenta con niveles básicos de formación, según los datos del mes de marzo del Observatorio Navarro de Empleo.

El trabajo que se realiza en las E2O consiste en volver a recuperar la motivación de los y las jóvenes por el aprendizaje. Ello se consigue con una metodología activa partiendo de sus intereses y acompañándoles desde el aprendizaje práctico el descubrimiento de los contenidos que van a necesitar para su desarrollo profesional.

No es sólo un modelo formativo de capacitación para el empleo en el que se trasmiten únicamente conocimientos, sino se trabaja desde un modelo educativo integral a través de la convivencia. Se realiza un acompañamiento en un proceso individualizado en el que se les escucha y exige, se les apoya y se les pone límites desde la confianza que les genera un profesorado que cree en ellos y ellas, en sus potencialidades y fortalezas.

Las personas profesionales que se dedican a ello son especialistas en el trabajo con esta población con un fuerte compromiso con el proyecto, que contrasta con los precarios medios y reconocimiento de su trabajo. La exigencia y dedicación necesaria es muy alta, requiriendo una preparación específica más allá de su formación universitaria.

Al final de este proceso, el alumnado obtiene una certificación profesional que le capacita para su inserción laboral. En este tránsito se les continúa acompañando en la búsqueda de empleo a través de procesos de intermediación con empresas y seguimiento en el puesto de trabajo. Es imprescindible para ello tejer una red de empresas comprometidas, dispuestas a ofrecer oportunidades de trabajo a jóvenes.

Pretendemos generar una oportunidad a unos y unas jóvenes, que sin la titulación de la ESO se ven con las puertas cerradas en la continuidad de los estudios, ahondando nuevamente en la brecha de la desigualdad, exponiéndoles a situaciones de riesgo y favoreciendo las posibilidades de conflictos, consumos, e incluso siendo el origen de futuros delitos.

Este camino no está exento de dificultades, y por qué no reconocerlo, de fracasos que nos exigen volver a generar nuevas oportunidades a lo largo del recorrido. Son procesos complejos que requieren tiempo y profundización en las causas que subyacen en las dificultades en el aprendizaje. Es preciso, por ello, contar con el apoyo de las instituciones para garantizar de forma planificada la continuidad y estabilidad de los itinerarios formativos más allá de la edad de enseñanza obligatoria.

Démosle entre todos y todas una oportunidad. Tenemos que concienciarnos como sociedad y trasladárselo a nuestros agentes políticos la idea de que la inversión educativa en estos programas es una inversión social. El impacto que va tener en las personas y en la devolución que va aportarnos a la sociedad es uno de los proyectos más potentes que podemos construir entre todas las personas para generar riqueza social.

El autor es director de la Escuela de Segunda Oportunidad de Fundación Ilundain Haritz Berri