stos diminutos territorios son restos de dos de los mayores imperios que han existido a lo largo de la historia de la humanidad.

Ceuta fue conquistada por Portugal el año 1415 (motivo por el que su actual escudo es similar al de ella), y en 1640, cuando la nación lusa se separó de España, quedó en manos de esta última. En cuanto a Melilla, la ocuparon para los duques de Medina Sidonia en 1497. No fue hasta el año 1556 en el que pasaría a manos de la Corona. Como recuerdo, su blasón es el de la casa ducal. Pero la monarquía hispánica realizó otras muchas campañas militares en el norte de África. A comienzos del siglo XVI fueron sometidas, entre otras, plazas fuertes como Bizerta, Mazalquivir, Orán o Trípoli. Por otra parte, hasta 1956 persistió el protectorado español de Marruecos.

En cuanto al Reino Unido, se hizo con Gibraltar el año 1704. También ocupó la isla de Menorca entre 1708 y 1782. Por cierto que el peñón mantiene su símbolo heráldico de la época española: el castillo con la llave que hacen referencia a su condición de fortaleza estratégica, que puede abrir la cerradura del estrecho.

En los tres casos, su historia muestra ese complejo panorama de aciertos y errores que pueden observarse en el pasado de toda nación. El peculiar experimento (prolongado durante siglos) ha conducido, entre otros resultados, a una enorme densidad de población. En Gibraltar 33.000 habitantes se apiñan en 6,8 km2. Algo similar sucede también en Ceuta (84.959 para 18,5) y Melilla (86.487 en 12 km2). Otro de los efectos es que en las tres ciudades, durante generaciones, la mayor parte de la población ha tenido la sensación de estar sitiada. Tradcionalmente existió también en estos enclaves una mentalidad militarista mucho más intensa que la de la metrópoli.

Por eso, los problemas están bastante enquistados y se avanza de forma muy lenta. Por lo que respecta a Gibraltar, la declaración de Bruselas del año 1984 inició el camino para normalizar las relaciones pero, por ejemplo, los enlaces aéreos entre el peñón y la península no se restablecieron hasta el 2006.

En varias ocasiones ,y de forma un tanto inconcreta, se ha aludido a la idea de un territorio con dos banderas. Esto es, de lograr alguna fórmula conforme a la cual y en cierta medida, Gibraltar pudiera ser tanto británica como española. Por lo que se refiere al ámbito cultural, del bilingüismo, no presenta especiales dificutades. De hecho, es habitual en varias comunidades autónomas españolas. Más complejo sería el engarce desde el punto de vista del derecho internacional.

Por supuesto, siempre debe existir la posibilidad de que, si la población gibraltareña así lo decidiese de forma mayoritaria, el territorio pudiera unirse a España. Estos dos elementos (pluralismo cultural y decisión también en manos de la población local), son los que permitirían que el problema quedara encarrilado de forma definitiva. En la práctica sabemos que hoy en día la mayor parte de los habitantes del peñón desea seguir formando parte del Reino Unido. Pero una posición de cercanía y colaboración de España puede hacer que se avance más.

La situación con Ceuta y Melilla es básicamente igual. Resulta hasta cómico mantener que Gibraltar es una colonia, pero Ceuta y Mellilla no. Uno de nuestros políticos conservadores indicó hace unas décadas que las dos ciudades norteafricanas tienen continuidad con España "por mar". Se le olvido añadir que Londres también tiene continuidad, por el océano, con el peñón.

Hay factores como el de la presión migratoria que hacen más difícil la resolución del problema. Pero el mejor escenario entre los tres estados implicados es el de la colaborarión, evitando tensiones que acentúen la tendencia aislacionista de las poblaciones locales.

Por lo tanto existen dos temas diferentes. Uno es la autodeterminación. La posibilidad de que con el voto favorable de la población Gibraltar se una a España o Ceuta o Melilla a Marruecos.

Pero un tema distinto es la pervivencia cultural, que debe asegurarse y protegerse en todo caso. El inglés y el castellano son idiomas de Gibraltar, y en los territorios norteafricanos, junto al español, debería avanzarse hacia la oficialización del árabe y el tamazight. Por otra parte, el que se mantenga en Ceuta y Melilla una sociedad abierta es necesario, además de para sus propios ciudadanos, para ayudar al proceso democratizador de Marruecos. Para indicarles que, por esa vía, cabe lograr la unión con las dos ciudades. Pero al respecto, no hay que olvidar tampoco que el gobierno marroqui incumple la legalidad internacional al no haber convocado un referéndum en el Sahara occidental. Se trata de una cuestión que sigue sin resolverse.

Estamos, además, bajo la amenaza del cambio climático. Por ello la solución más plausible en cada caso es la de facilitar el acercamiento manteniendo la pluralidad. Las dos banderas en cada ciudad. No se puede dejar perder toda esa historia, la de ninguno de ambos lados. En realidad, es un patrimonio no solo de ellos, sino de todos los humanos.

Es esa riqueza cultural la que anima a conocer y visitar estas ciudades.