na administración incapaz de resolver problemas, una gestión mediocre arrastrada año tras año, una fuga de médicos sin precedentes, la quinta ola de la pandemia, la cuarta, la tercera..., la vacunación masiva, las PCR, las bajas y vacaciones sin cubrir, las residencias sin enfermeras, los centros de atención social también sin enfermeras, el desgaste físico y, peor, el psicológico.

Este es el contexto en el que nuestras enfermeras y enfermeros de Atención Primaria trabajan a diario en Navarra y, especialmente, en las zonas rurales. Asumiendo, para su desgracia, los errores de gestiones cortoplacistas desde mucho antes de la aparición del coronavirus. Asumiendo competencias y resolviendo la papeleta a una administración incapaz de reconocer la labor de estas profesionales cuyo cansancio y frustración se está transformando en verdadero enfado.

Nos enfrentamos desde hace tiempo a una situación más que previsible, la falta de personal facultativo en las zonas rurales y la consiguiente asunción de nuevas tareas y protocolos para la Enfermería que sigue aceptando toda carga extra de trabajo a pesar de que las condiciones legales y laborales son más que cuestionables. ¿Por qué no ha elaborado la Administración un nuevo marco normativo donde la enfermera esté segura para desarrollar todo el rango de competencias que se les está asignando? ¿Por qué no iguala las condiciones laborales a las de los facultativos si están realizando un esfuerzo similar? Es fácil deducir el desprecio implícito cuando, por ejemplo, a un médico se le abona por atender a personas que no son de su cupo y a una enfermera, en el mismo caso, no.

¿Eso es cuidar de las profesionales que han llevado, y siguen haciéndolo, el peso de la pandemia? ¿Cómo es posible que sean las propias enfermeras las que se organicen entre ellas para cubrir a aquellas que han tenido la suerte de coger vacaciones, haciendo jornadas infinitas para que, por ejemplo, no se ralentice la vacunación?

Es doloroso comprobar cómo el ánimo de las enfermeras y enfermeros cae en picado día tras día, observando la falta de respeto, de reconocimiento, de soluciones y de estímulo del Gobierno de Navarra y la Consejería de Salud, con sus cientos de planes inconcluyentes y poco proactivos para una Atención Primaria que, como ya sabemos, está al borde de convertirse en un gueto sanitario de enfermeras y administrativos donde les lanzan lo justo y necesario para sobrevivir.

Y, a pesar de todo, la enfermera no falla. O, más bien, no ha fallado hasta ahora. Se viene un tiempo caliente donde cada vez es más probable que se oigan en los centros de salud un "hasta aquí hemos llegado". Es un aviso.

La autora es secretaria autonómica de SATSE Navarra