urante estos días está prevista la celebración de la primera edición del Gran Premio de Hípica Murallas de Pamplona. Con este evento el señor Maya ha logrado el cocktail perfecto en materia de gestión sectaria, esa forma de gobernar que define a la derecha navarra y de la que la guía espiritual del actual alcalde, su exjefa Yolanda Barcina, fue una de las máximas exponentes. El Gran Premio de Hípica Murallas de Pamplona cuenta con todos los ingredientes de la receta clásica del barcinismo; una buena base de opacidad, un esfuerzo ímprobo por mantener el oscurantismo durante meses, todo cocinado a fuego lento con toques selectos de amiguismo y trato de favor, y servido al punto con clasismo a las élites. Es como si Maya, al igual que su mentora, compartiera ese complejo provinciano que les impulsa a situarse en el mundo de la jet set ya sea a través de consejos de administración punteros, oficinas de la Can frente a la Casa Blanca o, ahora, la importación de un sucedáneo de las famosas carreras de Ascot en los fosos de la Ciudadela.

Maya busca su pasarela particular (¿tras el desastre de la pasarela del Labrit?), para que los suyos vistan chaqué y chistera, y ellas, vestidos de alta costura y pamelas. Que el Ayuntamiento sufrague parte de este evento exclusivo, que sin rubor incluye habilitar una tribuna VIP (se gastan 3.500 euros en las de la plebe y 7.500 en esta), es una muestra de los complejos clasistas de la derecha navarra, de su forma de gobernar primando a las élites, de su obsesión por posicionarse en el emergente mundo de los cayetanos... Eso sí, sufragándolo todo con el dinero de los y las currelas de Pamplona. Proverbial la dicotomía para ilustrar la realidad del gobierno de Maya: mientras impulsa y paga parte de este esperpento para pijos, niega a la ciudadanía de barrios obreros como la Txantrea, Sanduzelai o Rotxapea la palabra para opinar sobre la imposición de la zona azul. Para apuntar y no olvidar...

La ciudadanía de Pamplona hemos asistido estupefactos al desembarco de toneladas de arena en los fosos de la Ciudadela en un entorno que está catalogado como Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural, para un evento en el que, dicen, participarán cerca de 300 caballos y 2.000 personas de organización y público... Pero hasta ahí, porque Navarra Suma y Maya se han asegurado de que nadie, salvo quizá la exparlamentaria de UPN, Amaya Otamendi, esa que "no tiene nada que ver" con el evento pero lo supervisa diariamente y firma la petición de permisos, vea ni un solo informe del expediente. Ese es el talente de estos demócratas de toda la vida.

Desde que se hizo público el evento, son muchísimas las dudas que lo rodean, dudas que van aumentando a medida que se acercan las fechas y que Navarra Suma sigue sin responder de manera deliberada. Esta opacidad injustificada e intencionada, además de ser una vulneración del derecho fundamental de los y las concejalas a la información que consta en los expedientes municipales, es en sí misma una falta de respeto a la ciudadanía de Pamplona que se merece certezas, no dudas; veracidad, no opacidad; respeto, no desprecio; que se vele por el interés general, no por el de las élites, y que se garantice la conservación del patrimonio, no su disposición para satisfacer promesas electorales. Y es que en la víspera de que se celebre este evento, ni EH Bildu ni ningún grupo de la oposición tiene ni la más mínima idea del expediente, de los gastos o de la factura que le quedará a la ciudad para recuperar los fosos de la Ciudadela.

No vale tratar de aplicar el panem et circenses de la antigua Roma, definido por el poeta Juvenal como un recurso para tapar el mal gobierno organizando, de manera paternalista, entretenimientos grandiosos para deslumbrar al pueblo llano... El pan y circo particular del alcalde es un evento que nunca nadie ha pedido (salvo ellos en su programa electoral), sobre una actividad con muy poco arraigo en la sociedad pamplonesa y con un coste que nadie ha aclarado salvo quizá en los pasillos de las sedes del tripartito de derechas. El Gran Premio de Hípica Murallas de Pamplona no nace de una necesidad de ciudad, sino de favorecer a los amigos del partido. Maya reparte pan entre los suyos, las élites con pedigrí, y ofrece circo a la ciudadanía para que vea desfilar a los cayetanos y las pamelas de la gente requeté-guay con un impacto en nuestro patrimonio histórico que todavía desconocemos.

En un momento social complicado, en un contexto de pandemia sin superar, la derecha, en minoría, nos cuela su programa electoral para la realización de un evento liderado y promovido por la exconcejala y exparlamentaria regionalista Amaya Otamendi. Esa es la realidad y eso es lo más triste para Pamplona, que el equipo de gobierno, en vez de pensar en actividades de calidad con acceso gratuito y en las mismas condiciones para toda la ciudadanía, se dedica a repartir favores a sus amigos impulsando, con el dinero de todos y todas, eventos para la élite.

En la gestión de Maya sigue primando el favoritismo, y en su imaginario sigue estando el torero, el aristócrata y la pandereta. La gente normal del señor Maya es la de los palcos, zonas VIP, espacios reservados para los palmeros que le sostienen y con quienes reparten el pan del cortijo. Mientras que la gran mayoría de la ciudadanía de Pamplona, la gente común, ni podrá asistir al evento, ni practicar el deporte ecuestre... Para ellos y ellas, eso sí, está reservado el veto de la participación, el no poder dar su opinión y el garrote si se les ocurre cuestionar las imposiciones del tripartito de derechas.

La derecha navarra lleva muchos años cocinando la misma receta, y el señor Maya se la sabe muy bien: favores para perpetuar el Régimen; chulería para negar la información a la oposición; pan y circo para contentar al vulgo y persecución sin piedad al discordante. Sin embargo, ni el alcalde ni su grupo se ha dado cuenta de que éste es un plato del pasado, que ese modelo de gestión es en sí una falta de respeto a la ciudadanía, que los y las pamplonesas se merecen transparencia con el dinero público, una administración alejada de amiguismos y un gobierno para todos y no para las élites.... Maya y Navarra Suma se olvidan de que el imperio romano cayó, pese al panem et circenses.

La autora es concejala de EH Bildu en el Ayuntamiento de Pamplona-Iruñea