as relaciones laborales construyen un espacio de derechos y leyes complejo, en el que se relacionan diferentes agentes sindicales, empresariales e institucionales. Si esa relación laboral se basa en la precariedad, en la imposición unilateral de las condiciones de trabajo o en el riesgo de tener un vacío legal ante un convenio que termina, los equilibrios que garantizan la calidad de vida de las mayorías sociales se rompen.

Eso es lo que, entre otras cosas, hizo la anterior reforma laboral del PP; generar un mercado laboral basado en la temporalidad, hurtar a los sindicatos su capacidad negociadora y otorgar a los empresarios un poder desproporcionado a la hora de fijar las condiciones de trabajo en las empresas. Ahora se inaugura un estilo de negociación y gobierno diferente.

La actual modificación de la reforma laboral pretende cambiar, de forma evidente, la lógica con la que se han hecho los cambios laborales en nuestro país. Ha conseguido llegar a consensos importantes, ha prestigiado la negociación colectiva y sobre todo pone en marcha medidas concretas, que todas sumadas, producirán un efecto positivo frente la temporalidad.

La temporalidad es el principal problema de nuestro mercado laboral. Algo que debiera usarse de forma ocasional se ha convertido en nuestro problema crónico. Y es que la rotación laboral y la ultratemporalidad se multiplicaron a raíz de la reforma laboral del 2012.

Esta precariedad supone el factor más negativo para la clase trabajadora porque rompe la esperanza de vivir una vida digna y estable, amplía la brecha salarial existente entre las personas trabajadoras y además es un disolvente para la fuerza reivindicativa, porque el miedo en muchas ocasiones supera a la capacidad de movilización.

Son las personas migrantes, las mujeres y la juventud quienes copan los empleos menos estables y peor remunerados. Hoy, una persona con un contrato temporal en Navarra cobra 9.000 euros menos que una persona con contrato indefinido. Así pues, los cambios impulsados van a afectar a los sectores más precarios, no hay que olvidarlo. Porque desaparece el contrato de obra y servicio, se dificulta la contratación de corta duración y se promueve, entre otras cosas, el contrato fijo-discontinuo frente al abuso de temporalidad que se daba en empleos estacionarios. El cambio es importante porque consolida la idea de que un contrato, por definición, debe ser indefinido, tal y como lo concreta el artículo 15 del Estatuto de los Trabajadores. Además, se refuerza la finalidad formativa y se mejora la acción protectora de la Seguridad Social en los contratos de formación.

La modificación de la anterior reforma laboral supone, por lo tanto, un nuevo contrato social que trata de abordar la temporalidad, da poder a la clase trabajadora y representa mejor la correlación de fuerzas en la empresa. En este sentido, en el momento de la negociación del convenio colectivo, es básico que su vigencia no se interrumpa, porque eso da poder de amenaza al empresario y genera un abismo en la parte trabajadora. Negociar un convenio con el miedo de que si no se llegaba a un acuerdo se perdían derechos -como estableció la reforma del PP- suponía una posición de enorme debilidad, y esta situación se ha revertido porque la vigencia del convenio no se termina hasta que se firme uno nuevo.

Se da, también, una prevalencia del convenio sectorial frente al convenio de empresa. Así, el convenio del sector vuelve a ser un paraguas para la protección laboral de sectores castigados por las empresas multiservicios, que imponían sus propios convenios y rebajaban lo conseguido en los convenios sectoriales.

CCOO, en estos momentos, tiene puesta la mirada en una reconstrucción social y económica ambiciosa, solidaria y justa. Y esta nueva modificación de la legislación laboral sigue la estela de anteriores medidas sociales que refuerzan la red de protección. El incremento notable del SMI, el desarrollo de los ERTE como garantía para mantener el empleo, la reforma de la ley de pensiones, las leyes que fijan derechos en espacios desregulados como las plataformas digitales o la obligatoriedad de disponer de un plan de igualdad en empresas de más de 50 personas en plantilla, marcan una dirección muy importante para la clase trabajadora.

Por eso, ante la sobreactuación, el verbalismo exagerado o la generación de unas expectativas poco realistas, conviene abordar todos estos avances con perspectiva. Estamos ante un nuevo ciclo, y sin duda el tiempo dirá si este modelo de salida de crisis genera de forma contundente los cambios que queremos, pero en todo caso nos ubica en una dirección progresista frente a las lógicas liberales del "sálvese quien pueda".

Porque detrás de estas conquistas antes mencionadas, hay trabajadores y trabajadoras concretas que han sufrido el zarpazo de los recortes y la precariedad. Y desde el espacio sindical y desde un gobierno progresista se están ofreciendo otras recetas basadas en el contrato social para las mayorías trabajadoras, más allá de las lógicas liberales del "sálvese quien pueda". Las famosas Kellys, por ejemplo, ahora verán mejoradas sus condiciones porque se les aplicará el convenio de hostelería.

Así que todos esos rostros de la precariedad, tomados en cuenta, son parte de una necesidad evidente; la de legislar y negociar de otra forma. Acumular luchas, mejorar la legislación y salir con recetas sociales será sin duda la mejor forma de echar un pulso a esos sectores y élites que nos quieren más débiles, más precarios y más desunidos.

El autor es secretario general de CCOO Navarra

La temporalidad es el principal problema de nuestro mercado laboral. Algo que debiera usarse de forma ocasional se ha convertido en nuestro problema crónico

Una persona con un contrato temporal en Navarra cobra 9.000 euros menos que una persona con contrato indefinido