on motivo del Día Internacional de la Paz tuve ocasión de defender el diálogo como instrumento para construir una sociedad más unida, justa y cohesionada. Y precisamente de un amplio ejercicio de escucha y diálogo ha fructificado el Plan de Convivencia, un documento gestado con un claro enfoque cooperativo y trabajado desde la transversalidad a través de la participación de los agentes sociales, institucionales y políticos más relevantes, y también de la ciudadanía en general, tanto en sus fases de diagnóstico como en las de definición de proyectos. 67 organizaciones sociales y 300 personas vinculadas a diferentes ámbitos se han implicado en su elaboración.

Este enfoque dialógico, basado en los principios de respeto, cooperación e innovación, se materializó en una intensa dinámica de encuentros y aportaciones que facilitaron poder compartir las diferentes visiones existentes sobre el estado de la convivencia en Navarra. Una diversidad de puntos de vista que, en algunos casos, apuntan importantes divergencias, pero que muestran también su coincidencia y complementariedad en muchos otros.

Todo este proceso ha permitido identificar los principales problemas, los retos y las posibilidades de actuación a los que la convivencia en Navarra se enfrenta. Y obtener un Plan que, desde la deslegitimación de la violencia y la promoción de una cultura de paz, apuesta por cambiar los escenarios de conflictividad e intolerancia, fomentando la diversidad como riqueza. Una hoja de ruta para la actuación del Gobierno que contempla la implementación de 97 acciones con un presupuesto de más de 18 millones de euros. Y que, además de abordar cuestiones de enorme transcendencia, como el terrorismo y la violencia política, supone asumir y poner en práctica los Objetivos del Desarrollo Sostenible abarcados en la Agenda 2030, que buscan la conformación de comunidades inmersas en una cultura de paz, excluyendo la violencia como herramienta para la resolución de conflictos, desarrollando la justicia basada en los derechos humanos individuales y colectivos, y fortaleciendo las instituciones de modo que sean estables y confiables para la ciudadanía.

Creo que nunca hay un exceso de diálogo, un diálogo fecundo en pos de un consenso entre diferentes. Y todavía con más ahínco hay que abrir diálogos en un ámbito tan intrínsecamente humano como es la convivencia. Y en ese empeño por construir la búsqueda de consensos y acuerdos mayoritarios, sometimos el Plan de Convivencia a la consideración de los grupos parlamentarios, que, por unanimidad, aprobaron ese proceso de debate. El resultado evidentemente no ha sido el anhelado. Los maximalismos de algunas fuerzas políticas, su visión cortoplacista y partidista, o sus particulares urgencias, no han permitido recibir de forma unánime un aval que hubiera tenido un importante valor simbólico. Es una lástima porque ha primado el interés partidista frente al interés de los ciudadanos.

Pero nuestro compromiso sigue en pie y las puertas del Gobierno de Navarra y de esta consejera continúan abiertas para todos. Desde la empatía necesaria que permita transformar posiciones y abrir nuevos caminos de entendimiento, no renunciamos a que el documento llegue a ser, en un futuro, no sólo el soporte que ya es para la acción ejecutiva de gobierno, sino un Plan de la Comunidad en su conjunto. La convivencia en Navarra, no lo podemos obviar, sigue teniendo debilidades y se ciernen sobre ella amenazas. No somos una isla, y el inaceptable uso de la fuerza militar de Rusia en la invasión de Ucrania y la crisis humanitaria que ha desencadenado nos demuestra lo frágil que es nuestra sociedad.

El avance de la ultraderecha, con sus discursos de odio hacia el diferente, muestran la necesidad también en Navarra de reforzar nuestro compromiso con la paz, los derechos humanos y la democracia. Una comunidad navarra con fortalezas como la de tener una gran pluralidad política, social, identitaria y lingüística, con un amplio y fuerte tejido asociativo, en donde tradicionalmente ha habido una cultura de pactos políticos y sociales, y con un marco normativo muy avanzado para el reconocimiento de los derechos de todas las personas.

Y un Gobierno comprometido en su conjunto con la necesidad de deslegitimar la violencia como instrumento para la obtención de fines políticos. Un gobierno que apuesta por propiciar un gran consenso social y político en torno al reconocimiento del dolor de todas las víctimas. Comprometido con avanzar en una memoria crítica con ese pasado violento que vivimos durante décadas como garantía de construir una sociedad en paz.

En suma, un compromiso, reflejado en el Plan, de construir la convivencia en igualdad y libertad en una Navarra democrática, plural y diversa. Igualdad como pilar de una comunidad donde exista equidad y derechos para todas las personas. Libertad para elegir la forma de vida, la identidad, las creencias, la ideología. Democracia para transformar la sociedad, sin violencia, por cauces de diálogo y participación social y política.

En sede parlamentaria manifesté que son muchas las oportunidades que tendremos para encontrarnos a la hora de aplicar lo contenido en el Plan de Convivencia, y destaqué especialmente una: la que se deriva de las alianzas institucionales en defensa de los derechos humanos y la convivencia. Hoy me reafirmo en ello, porque son las que, ciertamente, la sociedad navarra nos demanda y nos pueden fortalecer.

La autora es consejera de Relaciones Ciudadanas