n 1859 Dickens publicó Historia de dos ciudades, novela que comienza con estas palabras:

“Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos directos al cielo, íbamos de cabeza al infierno...”.

Por desgracia, 163 años después sigue vigente, cualquiera de nuestros jóvenes lo validaría. Porque saben que hemos alcanzado unas condiciones de vida mucho mejores que las de nuestros antepasados -mejores tiempos-, pero estamos sumidos en problemas gigantescos que no estamos abordando o lo hacemos con una lentitud pasmosa, lo que presagia un futuro incierto y tenebroso.

Le decimos a la juventud que es la mejor preparada de la historia, pero le ofrecemos un presente precario, mal pagado y sin expectativas de futuro.

La pandemia los ha encerrado en casa, pero ha abierto las puertas al mayor malestar emocional, a la mayor inseguridad e incertidumbre que jamás habíamos visto en un tramo etario que, por definición, debería estar pensando en comerse el mundo.

¿Cómo es posible que, casi sin empezar a vivir, muchos de nuestros/as jóvenes vivan con ansiedad y angustia, o estén deprimidos, o no tengan ninguna ilusión por la vida, incluso que piensen en quitársela?

No nos engañemos, no es efecto de la pandemia; esto ya era una tendencia creciente.

La última Encuesta de la Salud en Europa (de principios de 2020) ya arrojaba un problema severo: 1,7 millones de españoles tenían problemas entre moderados y graves de depresión y de salud mental. De ellos, 250.000 adolescentes.

Las cifras que afloran y llegan a los servicios empiezan a ser abrumadoras e, indudablemente, la respuesta desde los servicios sanitarios debe ser adecuada, en calidad, en tiempo y forma... y desde una visión comunitaria.

Pero no podemos quedarnos solo en una respuesta reactiva a esta situación. Ni individual, ya que las causas que dañan la salud mental tienen otros marcos sociales: marcos socioeconómicos generales, académicos y escolares, laborales, el desempleo o la precariedad laboral, la situación de pandemia, los cambios en la adolescencia y juventud con las especiales características que conlleva (emparejamiento... o no, un proyecto familiar, aceptación corporal, orientación sexual, el fin de la etapa formativa y la búsqueda de un trabajo, entre otras)

Todo ello tiene que ver con la vida, presente y futura.

En política de salud hay que trabajar simultáneamente en prevenir, diagnosticar y tratar las enfermedades (foco puesto en el phatos, la enfermedad), y en higiene, hábitos saludables, promoción de salud, ambiente y ecosistemas saludables (foco puesto en la salud, en lo que la sostiene, la que nos capacita para la vida y sus retos).

Un concepto clave es el concepto de promoción de salud en la acepción que señala la carta de Otawa de la Organización Mundial de la Salud. Que la define como la estrategia o los procesos que permiten a las personas, las comunidades y la sociedad ser más conscientes de los determinantes de salud que les afectan para poder cambiarlos. Es decir, propiciar que la participación de individuos, organizaciones, comunidades e instituciones colaboren para crear condiciones que garanticen la salud y el bienestar para todas las personas. Poniendo el foco en lo positivo, en la salud.

Los activos para la salud son “factores o recursos que mejoran las habilidades de personas, grupos, comunidades, poblaciones, sistemas sociales y/o instituciones para mantener y sostener la salud y el bienestar, y ayudar a reducir las desigualdades en salud”.

Este enfoque es determinante y complementario al asistencial para garantizar la salud.

En promoción de la salud sabemos que identificar los activos de salud y potenciarlos puede marcar la diferencia entre superar las dificultades y ganar capacidades y salud o sucumbir a una depresión y otras patologías.

Y mapear y hacer conscientes los elementos protectores, los activos de salud, es el primer paso para potenciar y desarrollar políticas en positivo. Y supone un factor de motivación y movilización de las personas implicadas, en este caso con las personas jóvenes, porque supone que ellos y ellas puedan tomar un papel propositivo y puedan modificar los determinantes de salud que les están afectando o ponerlo en las agendas políticas para decisiones de más calado.

Hay experiencias ya realizadas en algunos municipios y en algunas instituciones.

En la UPNA lo hicimos hace algunos años con componentes de la comunidad universitaria: profesorado, alumnado y PAS; el mapeo fue muy interesante porque señala los recursos que la propia comunidad identifica. Y sorprende ver lo bien que lo identifica, porque más allá de los servicios sociales y sanitarios, o el servicio de deportes... señalaron el grupo de teatro, el programa Gozamenez, el programa Ruiseñor y otros programas de voluntariado. Pero también señalaron a determinados profesores que tenían más capacidades pedagógicas y de gestión de grupos. Y otras muchas cosas más...

¿Para qué sirvió? Para dotar de más recursos a algunos programas; para introducir en la formación del profesorado cursos y talleres de metodologías activas en aula, gestión de conflictos y gestión emocional; para reforzar en la formación del PAS talleres de habilidades comunicativas y de resolución de conflictos; para plantear formas de colaboración entre los tres grupos que constituyen la universidad y para reorientar el Plan de Universidad Saludable.

Ampliar este trabajo a todo tipo de instituciones fue aprobado por el Parlamento de Navarra, por unanimidad y a propuesta de Geroa Bai, el pasado 28 de abril. Y, como entonces afirmamos, ello no puede hacerse sin la participación activa de la juventud; ningún planteamiento de promoción de salud se puede hacer sobre las personas, sino con ellas. Es más, este es un planteamiento en que ellas son los protagonistas, quienes lideran, aunque como pedíamos en la moción sea el Instituto de Salud Pública y Laboral quien facilite la metodología y el apoyo técnico necesario. Además de hacer un seguimiento y evaluación tanto de proceso como de impacto.

Aaron Antonovsky, autor de la teoría salutogénica, planteó su modelo factorial del sentido de coherencia partiendo de los componentes principales que caracterizan los comportamientos en salud: la comprensión de lo que acontece, la visión de las propias habilidades y capacidades para manejarlo y la capacidad de convertir lo que se hace en satisfactorio y con significado para la vida. Una auténtica escuela de vida.

El inventario de estos activos y las interconexiones entre ellos, diagnóstico realizado por la gente joven, permite desarrollar mapas de activos que revelan las fortalezas de cada comunidad.

Nos queda, pues, implementar la iniciativa con todos los agentes implicados, así como coordinar adecuadamente con las diversas agencias que tienen a la población joven entre su público.

Y el decidido y necesario compromiso político de poner la salud en todas las políticas.

Nos va el futuro en ello.

Los autores son portavoces de Salud y de Juventud de Geroa Bai en el Parlamento de Navarra, respectivamente

Le decimos a la juventud que es la mejor preparada de la historia, pero le ofrecemos un presente precario, mal pagado y sin expectativas de futuro

Nos queda, pues, el decidido y necesario compromiso político de poner la salud en todas las políticas, nos va el futuro en ello