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Una filosofía de la vida buena

Una filosofía de la vida buena

El filósofo y sociólogo alemán Hartmut Rosa reivindicó, en el marco de los Encuentros de Pamplona 72-22 y se recogió en DIARIO DE NOTICIAS del 18-10-2022: la nueva manera de estar en el mundo, la denominada “resonancia” que contrasta con la actitud agresiva y de alienación que impera en las sociedades actuales y que se caracteriza por el reto constante de producir más para mantenerse, mediante la agresión como un modo de relacionarse, tanto con la naturaleza como en política, como hacia nosotros mismos.

Este filósofo pone de manifiesto la realidad de que las sociedades modernas se aceleran, se expanden incesantemente, innovan, aumentan la producción, acortan los plazos, estimulan el consumo, multiplican las conexiones, pero esta aceleración no aporta felicidad a las personas, todo lo contrario. Esta aceleración es perniciosa cuando conduce a la alienación, ya que resulta imposible la lentitud o ir más despacio en muchos órdenes, en una sociedad moderna y capitalista, en la que la velocidad es un factor constitutivo y la lentitud per se es denostada: un camión de bomberos lento es peligroso y una conexión a Internet lenta es insoportable. Plantea que “si la aceleración es el problema, la solución puede residir en la resonancia, donde la calidad de la vida humana no puede ser medida solamente en términos de recursos materiales, simbólicos o físicos, sino más bien en términos de nuestra relación con el mundo”. Desde las experiencias corporales más básicas (respirar, alimentarse) hasta los vínculos afectivos y las concepciones cognitivas más elaboradas, la relación con el mundo toma formas sumamente diversas: la relación con el otro en las esferas de la amistad, del amor o de la política; la relación con una idea o un absoluto en las esferas de la naturaleza, de la religión, del arte o de la historia; la relación con la materia o los artefactos en las esferas del trabajo, la educación o el deporte. Las grandes crisis de la sociedad moderna –desde la crisis ambiental hasta la crisis de la democracia orquestada por ciertos grupos de presión– pueden ser entendidas y analizadas justamente en términos de resonancia, y explicadas como resultado de nuestra relación quebrada con el mundo que nos rodea.

“Los conceptos que definirían la vida actual bajo el influjo de la modernidad podrían ser velocidad, celeridad, ruido, falta de tiempo, competencia, inestabilidad, eficacia, cambio. Todo ello es el resultado de la aceleración del tiempo, de la aceleración social”. Vivimos en un mundo repleto de ruidos y, a menudo, cuesta encontrar momentos de silencio tan necesarios para nuestra salud y bienestar interior.

Hartmut Rosa sostiene que en la sociedad existen patrones y normas que gobiernan la vida del ser humano y le impiden llevar una “vida buena”. Esas normas no le son transparentes, no llega a poder señalarlas debido a que dirigen la vida subrepticiamente. Para ponerlas en evidencia es necesario realizar una teoría crítica de la aceleración social en tanto que permita descubrir cuáles son y cómo operan. Esta manera errónea de relacionarse con el mundo lleva a las personas a la alienación, haciendo que la persona se sienta desconectada incluso de las cosas que con tanto esfuerzo acumula y se pregunte qué hace en este mundo. Plantea pues, la “resonancia”, una sociología de la relación con el mundo basada en el contacto con las cosas y las personas, en “escuchar” y “responder”. La escucha es fundamental, no tan solo con los demás y la naturaleza, sino también la escucha a nosotros mismos.

La resonancia sería pues, el fenómeno que amplifica una vibración, algo que se transmite a otro objeto cuya frecuencia natural es igual o muy cercana a la de la fuente. Según las acertadas doctrinas del Kybalión, existen siete principios del universo y uno de ellos es el de la vibración. Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra. Es así que podemos decir que todo, en definitiva, suena, pues como sabemos, el sonido es una onda producida por determinadas vibraciones.

Resonancia es así, no solo una filosofía de la vida buena, sino también una extraordinaria renovación de la teoría crítica de la modernidad, que muestra cómo, en el centro de los más acuciantes conflictos de nuestro tiempo, se encuentra una relación distorsionada con el mundo. En la cultura japonesa la palabra naturaleza no existía hasta hace poco, porque simplemente no era un ente separado del ser humano, y por tanto, no había que nombrarla diferente. Es precisamente en esta escisión donde debiéramos operar para disolverla y volver a cierto estado de ser anterior, donde éramos uno con la naturaleza. La transformación hacia ese camino conlleva un cambio de actitud de cada persona individual o de cada institución.

A menudo se usan las tecnologías con el anhelo de conseguir mayor resonancia, un mayor contacto con el mundo y aunque a veces se consigue; otras se convierten en un obstáculo entre nosotros y el mundo; sin embargo, según este filosofo la transformación profunda de nuestras sociedades solo se logrará entrando en una nueva relación con el mundo, relación marcada por la respuesta con él; no se trata de entender el mundo para meterle mano y reorganizarlo con la ayuda de nuestros artefactos técnicos, sino simplemente de entrar en relación con él. Entrar en relación con alguien, con una idea, con una obra que nos conmueve (un libro, un paisaje, una pieza musical, una escultura...). La vida buena solo puede proceder de un nuevo impulso vital, que no es más que un “hilo vibratorio”. Todas estas relaciones vibrantes que somos capaces de activar, a veces, en nuestras vidas nos descentran de la lógica de la instrumentalización y la mercantilización y nos invade una ética de la disponibilidad a la acogida al otro, a la belleza, a una nueva dimensión del tiempo, al asombro y a la esperanza.

El autor es director de la Federación Navarra de Ikastolas