Vergüence: Dígase de lo perteneciente o relativo a la vergüenza. Permítanme el barbarismo, según la RAE, incorrección que consiste en pronunciar o escribir mal las palabras, o en emplear vocablos impropios. Muy vasco eso de ser bárbaros, ya se sabe. Como se habrán imaginado ya a estas alturas, la deliberada patada a la lengua romance de Cervantes la he realizado en alusión a la vergonzosa Ley del Vascuence que regula la política lingüística en Navarra.

Vascuence: Vasco. Lengua sin filiación demostrada que se habla en el País Vasco español, en el francés y en parte de Navarra. Indiscutible rigor normativo el de la RAE en su esfuerzo por subrayar que en Navarra sólo se habla en una parte, apreciación que no hace con el País Vasco Francés. Allí ni siquiera es oficial, pero no se enfatiza que en algunos lugares se hable y en otros no. Si el criterio para medir dónde se habla es la oficialidad, como sería el caso de toda la CAPV y parte de Navarra, en Iparralde no podría afirmarse que se utilice. No vayan a pensar que en esta definición la Real Academia de la Lengua tenga otro objetivo que no sea la regularización lingüística entre el mundo hispanohablante…

Vayamos a lo que nos ocupa, la ley que regula el uso del euskera en nuestra comunidad. Dicha ley data de 1986, resultado directo del amejoramiento del fuero navarro (LORAFNA) que introdujo la zonificación en 1982. Como bien explica Gregorio Monreal (licenciado en Derecho y diplomado en Economía por la Universidad de Deusto y catedrático de Historia del Derecho en la Universidad Pública de Navarra, entre otros méritos) en su trabajo Origen de la Ley del Vascuence de Navarra, el término vascuence se introdujo a última hora por el equipo negociador que se encargaba de ultimar los detalles de la ley que regularía la política lingüística, sin ningún consenso con académicos o técnicos sobre el asunto. Hasta ese momento se hablaba, en todo caso, de euskera o lengua vasca en todos los borradores y debates. En su trabajo Gregorio Monreal dice que “era una antigua denominación, mantenida por la Diputación de la época franquista. Tenía un aire arcaico, y en otros tiempos encontraba su paralelo en la expresión romance para designar al castellano. Ahora bien, si en 1982 o 1986 nadie designaba oficialmente al castellano como romance, no se entiende bien la vuelta respecto del euskera de un término caído en desuso con el tiempo. ¿Un afán de los negociadores de 1982 y de los enmendantes de 1986 por recuperar expresiones castizas y respetables, o un empeño por vincular la lengua al arcaismo inútil?”. Pero, por desgracia, la terminología era lo de menos, ya que aunque el cuatripartito hizo un cambio cosmético al cambiar su denominación por Ley del Euskera en 2017, el contenido seguía siendo el mismo.

Como es sabido, dicha norma hace que las personas de una misma comunidad sean distintas en cuanto a derechos. Es a todas luces una vergüenza que en Navarra, a pesar de tener dos idiomas oficiales, uno de ellos sea considerado de un rango inferior, a pesar de ser una de las auténticas señas de identidad de nuestra tierra. En cuanto a la educación, nadie cuestiona que las lenguas extranjeras sean obligatorias en nuestro sistema educativo, principalmente el inglés. En cambio, cuando se plantea que el euskera lo sea, aunque sólo sea como asignatura en toda Navarra (igual que el inglés), como ya propusimos desde ELA en el documento aportado a las fuerzas políticas Bases para la transformación real de la educación en Navarra, se tacha de imposición inasumible. Sería una medida que dotaría de un conocimiento mínimo de una lengua propia a todo el alumnado, cumpliendo con el cometido de sensibilizar y promover dicha lengua minorizada.

Trasladando la cuestión al terreno estrictamente político, resulta sorprendente lo claras que están las posturas con respecto al cambio de dicha ley. UPN siempre ha estado en contra de que el euskera sea considerado oficial en todo el territorio (incluso en parte), y aunque muchas personas crean que el PSN también ha mantenido siempre dicha posición, no es cierto. El Partido Socialista votó a favor de que fuera oficial en el Parlamento de Navarra en 1980. En el trabajo antes mencionado, el autor realiza un exhaustivo resumen de lo acontecido entre 1980 y 1986.

No procede en esta líneas reproducir dicho contenido, ya que se encuentra al alcance de quien pudiera tener interés, pero cabe apuntar ciertas cuestiones. La mayoría del Parlamento de Navarra aprobó la oficialidad del euskera en nuestra comunidad en 1980 con el apoyo de nacionalistas vascos y PSN. En los años sucesivos hasta la aprobación definitiva de la Ley del Vascuence en 1986, se fueron tomando distintas decisiones. Entre ellas cabe destacar que el nacionalismo vasco no estuvo presente en los equipos negociadores con el Estado para sellar el amejoramiento, y esto, al quedar toda la negociación en manos del nacionalismo español, ayudó en gran parte a que en ese proceso se pisoteara con mayor impunidad lo acordado por el Parlamento con respecto a la oficialidad.

Tras décadas de gobiernos de derecha en Navarra, el gobierno del cambio, encabezado por Uxue Barkos, tampoco fue capaz de materializar el cambio de esta ley. Ahí se perdió una oportunidad de oro.

En la actualidad, ya en las negociaciones entre las formaciones que acabaron gobernando la pasada legislatura, la de María Chivite, el cambio de la Ley del Vascuence se calificó de “desacuerdo testado” (término técnico utilizado en política para las líneas rojas).

Sin embargo, los tiempos cambian y hoy en día, formaciones como Bildu participan activamente en las instituciones e incluso apoyan investiduras en Madrid y, por otra parte, formaciones como el PSOE no tienen inconveniente en llegar a acuerdos con partidos independentistas. En este escenario, el nuevo gobierno que se forme en Navarra debería coger de una vez por todas el toro por los cuernos y hacer que Navarra se equipare a cualquier autonomía bilingüe del Estado, en las que las lenguas propias son oficiales en todo el territorio. Existe mayoría más que suficiente para llevarlo a cabo, igual que en 1980, sin que ninguna de las formaciones traicionen los postulados que mantenían en aquella época. Cualquier otra opción, señorías, volvería a ser una vergüenza.

ELA-Hezkuntza