Cuando la realidad no responde a las expectativas suele haber varias y diversas respuestas. Por lo general suelo ver que tendemos a responsabilizar y culpar a la realidad, es decir, a los no alineados en mi tesis, a los no aliados conmigo, a mis pertinaces adversarios contrincantes. Son las fuerzas del mal. El poder del reverso negativo y oscuro en forma de lo que sea. También de encuestadores y encuestas cuando se trata, por ejemplo, de referéndums. Es una manera, creo que suele ser la más recurrente, de explicarnos, justificarnos, exculparnos..., cuando la realidad no responde a la expectativa. La culpa, el error, el pecado… tienen nombre y apellidos: es lo otro, es el otro, son los otros. Estoy por ver, en el caso del reciente referéndum del 23 de julio, si algún partido político o cabeza del mismo pone en cuestión sus expectativas y lo hace en voz alta delante de los micrófonos y focos de los medios públicos. Puede ser que las expectativas fueran legítimas, libres, responsables, soberanas..., y demás. Pero pueden ser, también y por hipótesis, erróneas por desnortadas, desubicadas, desproporcionadas... Estoy por ver o escuchar en los medios de comunicación un “mea culpa” en este sentido. Son los demás los que tienen que hacer un ejercicio de coherente y sincera responsabilidad. Yo sigo y seguiré en mi burbuja, en mi imaginario y en mi oasis de expectativas aunque la respuesta de la realidad no satisfaga todas esas expectativas sino todo lo contrario. Mis expectativas son fruto de la responsabilidad de la que lo otro, el otro, los otros... carecen en absoluto. La realidad, amigo mío, no nos engaña ni absoluta ni definitivamente. La realidad nos pone o nos ayuda a ponernos en nuestro sitio. Las que sí nos pueden engañar son las expectativas. Amigo mío, y como creo que se dice en el mundo anglosajón, no cruces el puente hasta de que llegues a él. ¿Quién te dijo que la realidad tenía que darte tal cual lo que tú querías y esperabas? ¿De cuándo aquí la realidad tiene que cuadrar con y en tu expectativa? La realidad es tan libre y soberana que ni responde ni tiene porqué hacerlo a tus expectativas de mayoría absoluta. Y eso no es mera cuestión de demoscopia: ni de encuestadores ni de encuestas. Revisa, amigo político y por favor, tus expectativas. Porque, simplificando el asunto, o se equivoca la realidad... O se equivocan las expectativas... Quedar cautivo de las expectativas es una trampa, sean esas expectativas del signo político que sean. No sé si la realidad te pondrá en tu sitio... sea de presidente del país... o de cabeza del principal partido de la oposición… Si fuera éste finalmente tu puesto, entonces tendrás unos años “de barbecho” o “en la nevera”, para conocer más y mejor la realidad y, de paso, definir más y mejor tus expectativas no ilusorias, imaginarias..., sino contrastadas y reales. En este caso, los próximos comicios municipales, autonómicos, generales... te serán como “la prueba de algodón” para contrastar y validar tu propuesta y pretensión con la libre y soberanía realidad de los votantes y sus votos.