“Si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato”. Esta expresión, tan excéntrica como humorística, es utilizada como fórmula de racionamiento inductivo, y acuñada por el poeta americano James Whitcomb Riley, que implica que una persona pueda identificar un objeto desconocido si observa con atención sus características.

Y el domingo, tras la hazaña conseguida por el conjunto de la selección nacional en la conquista del Mundial en Sidney, una proeza que desde luego sigue rompiendo barreras necesarias para el desarrollo de nuestra sociedad, y con la actuación tan deleznable como inaceptable por parte del presidente de la RFEF, todo el mundo entendió, o considero yo que debiera ser, que sí, que se trata de un pato.

Señalar al contexto, al tono o a la relación entre jugadora y presidente, no exime de que el acto sea machista y totalmente inaceptable. No hay que olvidar que fue ella, la jugadora, quien en sus redes sociales dijo que “no le gustó”, respaldado por un “qué iba a hacer”.

Que el presidente de la RFEF, en una posición de poder respecto a una jugadora, agarre de la cabeza, no lo digo yo, las imágenes hablan por sí solas, y le propine un beso, es algo que nunca antes se había visto en la consecución de un título por parte de la selección masculina. Que, además, la federación haya sacado un comunicado donde declara que la jugadora afirmaba que era un acto “espontáneo y respetuoso”, no ayuda a dirimir si se trata, verdaderamente, de un pollo o un pato. O eso quiere hacernos creer. Pero ya sabemos que si nada como un pato, y parece un pato, sí, se trata de un acto machista.

Pero aún hay más. Si encima encontramos medios de comunicación con programas con una plantilla donde el 80% son hombres que justifican el acto argumentando que en un momento de celebración “a todos alguna vez se nos ha ido la mano” y el papel de la mujer queda relegado a leer tuits y a disfrazar, con alguna que otra tertuliana, una aparente igualdad, donde el discurso no es denunciado, demuestra, más si cabe, que intentan hacernos creer que sí, que quizá grazna, pero no se trata ni de un pollo ni de un pato.

Todavía queda mucho por hacer, y no se debe mirar para otro lado. Aún más si cabe, Rubiales se defiende diciendo que quienes saquen del estanque estas imágenes son unos idiotas y unos tontos, a los que no hay que hacer caso. Desde luego, se agradece esta explicación, pero habría que decirle que, en el fondo, los ornitólogos no somos tan tontos.

El acto del domingo debe ser colocado en su sitio. Debe ser denunciado, expuesto y sobreexpuesto. Se han hecho eco todos los medios. No solo nacionales, sino internacionales. Le agarra, le besa y ella alega que no le ha gustado. Se parece, nada y grazna. No lo digo yo, lo dice el test, y todos lo hemos entendido.