Hoy en día resulta difícil poner en cuestión que los jóvenes vivimos una situación de precariedad, aunque hay quienes quieren hacernos creer lo contrario. Sin embargo, los datos nos avalan en ese sentido. Por poner tres datos encima de la mesa, la edad media de emancipación en Nafarroa se sitúa sobre los 27,1 años, alrededor del 40% de jóvenes en Nafarroa tenemos contratos temporales y la media de dinero que los jóvenes podemos administrar de forma autónoma solo llega a las 382 €. Por eso mismo, ya no es una cuestión de cómo de precarios somos; es una cuestión de por qué sufrimos esta situación y cómo podemos darle la vuelta.

Una de las primeras premisas que debemos desmontar es que esto no sucede de forma natural, no está biológicamente ligado con la edad como algunas corrientes políticas quieren hacernos creer. Se trata de algo estructural, más en concreto, es un proceso de precarización modelado por el sistema cisheteropatriarcal capitalista en el que vivimos. Juventud divino tesoro decía un poema, y parece que el capitalismo atrapó la idea y le dio forma. Somos una pieza en el engranaje chirriante del sistema, poco más que un negocio rentable para el aumento del capital de las empresas. Mano de obra barata a la que poder exigirle que renuncie a sus derechos de una forma más sencilla que al resto. Y es tan así que para poder tener unas condiciones de trabajo dignas está socialmente aceptado pasar por el aro. El aro de los contratos semanales, el aro de las vacaciones sí eso, el aro de la temporalidad, de los contratos de prácticas, de los sueldos de becaria etcétera. Hasta tal punto que nos hacen creer que esta es la vida normal de un joven normal. El problema es obvio, pero la solución es costosa para los intereses de los poderes económicos y desengranaría la maquinaria.

Segunda premisa. La precariedad no es solo un estado laboral. Por lo tanto, no deberíamos referirnos exclusivamente a las relaciones laborales cuando hablamos de ella. Es un estado integral, es decir, repercute en todos los aspectos de nuestras vidas. Poniendo un ejemplo práctico y simple. El aumento del precio de la vida obliga a muchos jóvenes a compatibilizar estudios y trabajo. Trabajos mal remunerados, con calendarios laborales desconocidos, por no saber hasta cuándo será ese trabajo o por no disponer del calendario. A esto deberíamos sumarle un sistema educativo donde lo que está en el centro no es el proceso de aprendizaje, ni las necesidades del alumnado, ni las potenciales personales de cada una..., sino los resultados de los exámenes. Esto provoca falta de tiempo para una misma, para poder estar con las amigas, para poder preparar exámenes, tener tiempo para participar en organizaciones políticas y asambleas juveniles, o para cualquier cosa. La sociedad individualista, la falta de tiempo para socializar de una forma saludable, falta de dinero, dificultad para encontrar viviendas dignas y demás puede desencadenar en ansiedad, estrés, angustia o mal humor. Y terminamos pagando 60 € la hora en terapia psicológica para hacerle frente al día a día. Si es que puedes permitírtelo, claro.

En los últimos años, y con mayor intensidad en los últimos meses, desde Ernai (Organización Juvenil de Hego Euskal Herria) venimos problematizando qué es la precariedad para la gente joven y por qué sucede. Pretendemos que la juventud tomemos conciencia de nuestra situación y de qué forma tiene esta. Pero no pretendemos quedarnos ahí. Necesitamos medidas de urgencia que funcionen de parche para salir del hoyo en el que este sistema nos ha metido y horizontes a largo plazo hacia los que caminar y sobre los que organizarnos pueblo a pueblo. Y este horizonte pasa por poder decidir aquí y ahora; es decir, pasa por la independencia. Solo la autorganización de los jóvenes día a día puede transformar la sociedad. Y solo un estado propio nos permitirá ser la Euskal Herria euskaldun, feminista y socialista que queremos y necesitamos ser.

Dejemos de poner lo productivo por encima de lo reproductivo. Los resultados por encima del proceso. Lo rentable sobre lo sostenible. En definitiva, pongamos la vida sobre el capital. Porque la tercera y última premisa que debemos desmontar es que: “las cosas no son así, las cosas están así”.

*Ernai Nafarroa