En febrero de 2019, durante un evento de cosplay, que consiste en la interpretación con disfraz de un personaje ficticio, Javier Milei, entonces economista poco conocido, causó furor con su personaje de superhéroe: General Ancap en guerra contra el Estado, en la que aparecía vestido con un traje estilo super-héroe, con colores negros y amarillos, en un encuentro de otakus y aficionados al animé japonés en la ciudad de Buenos Aires. Todavía no había entrado en política y el Partido Libertario, del que ahora es líder, apenas tenía cuatro meses de vida. Cinco meses después de llegar al poder, el presidente argentino se sigue presentando como un “anarcocapitalista”. El camino recorrido por Milei recuerda a otros tiempos.

El caso es que este político de extrema derecha ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina, obteniendo el 55,7% de los votos, frente al 44,3% de su rival, el ministro de Economía, Sergio Massa, de centro. Bolsonaro se mostró claramente encantado con la elección del hombre que se presenta como antisistema: “Felicitaciones al pueblo argentino por la victoria de Javier Milei. La esperanza vuelve a brillar en América del Sur”, escribió en X el exjefe de Estado brasileño de extrema derecha. También deseó que “buenos vientos lleguen a Estados Unidos y a Brasil” para que “vuelvan la honestidad, el progreso y la libertad”, en alusión a las futuras elecciones presidenciales estadounidenses para las que el exinquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, espera ser candidato.

Javier Milei fue elegido presidente de Argentina en gran parte debido a su plan para dolarizar la economía y eliminar el peso. A primera vista, la decisión puede parecer paradójica dado el patriotismo de los argentinos. Se supone que la moneda nacional es uno de los atributos más poderosos de la soberanía, entonces ¿por qué hacerla desaparecer y depender de una moneda extranjera? Pero los argentinos están acostumbrados a utilizar el dólar. La economía ya estuvo en gran medida dolarizada durante mucho tiempo, y la hiperinflación acentúa la desconfianza de los argentinos hacia su moneda nacional.

Javier Milei preside el excéntrico libertario liberal que dice pertenecer a la escuela austriaca (escuela de pensamiento económico ultraliberal), que cita repetidamente a los neoliberales premios Nobel de economía Friedrich Hayek (1974) y Milton Friedman (1976). Su motosierra, emblema de su campaña para recortar el gasto público y tallar el Estado, se puso en marcha nada más tomar posesión, el 10 de diciembre 2023. “No hay alternativa a la austeridad. No hay alternativa al shock”, declaró entonces a sus seguidores.

En los días siguientes, Javier Milei anunció un gobierno reducido a nueve ministerios frente a los dieciocho anteriores, una devaluación de más del 50% del peso argentino y firmó, el 20 de diciembre, un decreto que liberaliza numerosos sectores de la economía. Lanzó su cruzada para restablecer el orden en una economía argentina minada por una inflación que galopaba al 160% anual (de noviembre de 2022 a noviembre de 2023). “Los fallos de mercado no existen”, aseguró en Davos el 17 de enero, en la línea de su corriente de pensamiento que aboga por una intervención estatal casi nula. Sin embargo, el presidente argentino asumió que los próximos seis meses van a ser muy duros: reducción drástica del gasto público (del orden del 15% del PIB), sustitución del peso por el dólar, abolición del banco central. Su lógica es imponer al país una cura sanitaria brutal. Un método ampliamente cuestionado por la mayoría de los economistas. Los argentinos recuerdan el fracaso de la ley de convertibilidad adoptada en 1991: en ese momento se había puesto en circulación una nueva moneda argentina, supuestamente garantizada por reservas de divisas, a través de una caja de conversión que indexa el valor de esta moneda con respecto al dólar.

Angustiados ante la incapacidad de las autoridades monetarias para garantizar la estabilidad monetaria, los argentinos se han dejado seducir por la dolarización total. El discurso de Milei obtuvo el apoyo de los argentinos por presentar la dolarización, no como una reforma puramente económica, sino como un pilar de su programa antisistema destinado a eliminar a sus adversarios políticos. El peso argentino encarna, según Milei, lo más execrable del patrimonio de las élites contra las que combate. El peso, al no ser otra cosa que la “moneda de casta”, ¡conviene, por tanto, deshacerse de él!

A menudo presentado como una versión de Donald Trump o de Jair Bolsonaro, Milei, el candidato libertario, se benefició de los precedentes sentados por estas dos figuras, porque en menos de una década, el exinquilino de la Casa Blanca y el expresidente brasileño han roto una serie de diques democráticos en el continente americano y han hecho creíbles caprichos políticos que parecían no tener futuro. Una vez que nos acostumbramos al espectáculo de multitudes saqueando el Capitolio en Washington, como ocurrió el 6 de enero de 2021, o el Palacio Planalto en Brasilia, el 8 de enero de 2023, ya no nos ofendemos porque un recién llegado a la escena política haga campaña, motosierra en mano e insultos en los labios, prometiendo liberalizar el porte de armas y el comercio de órganos.

La victoria de Milei se inscribe, por tanto, en un contexto global de consolidación de las derechas radicales que ya no buscan ocultar los aspectos más extremos de su programa, sino mostrarlos para convertirlos en productos atractivos. Y no importa que Milei se contente con tartamudear cuando su oponente, Sergio Massa, le pregunta, durante un debate, sobre las condiciones concretas para la abolición del banco central y la dolarización de la economía prometida: lo esencial ahora reside en la arrogancia, el exceso, la provocación e incluso la bufonada.

Y es que la extrema derecha está fagocitando a la derecha.

El autor es economista