El próximo domingo elegimos a nuestros representantes en Europa para cinco años. Europa puede parecer lejana, pero las decisiones tomadas en sus instituciones influyen en nuestra vida, también en Navarra.
Se dice que estas elecciones son muy importantes y debemos ser capaces de evidenciar la trascendencia que tienen, porque Europa sí importa e importa mucho. En Europa tenemos una serie de desafíos graves, como guerras cerca de las fronteras, inmigración, batallas comerciales y tecnológicas, etcétera y no hay respuestas sencillas, aunque oigamos numerosas propuestas demagógicas. Por otro lado, la consolidación del modelo europeo como espacio de convivencia sigue en vías de construcción.
La crisis amplia que provocó el covid 19 permitió ensayar otras formas de afrontarlas que las probadas en la crisis financiera de 2008. Hemos visto que esforzarse en la protección social, ayudando a empresas y trabajadores de todos los sectores, consiguió limitar los daños a las personas y relanzar la economía más rápidamente. El método previo basado en políticas de austeridad redujo el gasto social y ralentizó la economía, lo que incrementó y prolongó el desempleo, y trajo muchos daños para muchas personas (aún no hemos olvidado los numerosos desahucios, que dejaron a la intemperie a la gente).
Se van a abordar cuestiones importantes. Una es la protección social destinada a reducir las desigualdades sociales y ayudar a las personas en dificultades; es una apuesta por la cohesión social y el cuidado de las personas. Otro eje se refiere a la lucha urgente ante el cambio climático, que además incluye el desarrollo de energías limpias, reducir la contaminación y cuidar la biodiversidad. El desarrollo tecnológico es otro tema fundamental junto al desarrollo sostenible de la economía y el comercio. La política internacional europea requiere más desarrollo. Las cuestiones de género, discriminación, sanidad, movilidad, servicios centrados en la persona, regiones, defensa, etcétera, también se sitúan en el centro de las tareas que hay que abordar. Es decir, el pilar europeo de derechos sociales (empleo, formación y reducción de la pobreza, cuidados de larga duración), la migración, el Pacto Verde Europeo, la economía y los conflictos internacionales son puntos clave de la próxima legislatura europea.
Ante esa gama de retos, hay grupos políticos que se autodefinen como patriotas, aunque no suelen defender a la ciudadanía de cada país. Comparten una visión que incluye acabar con las políticas de protección social, una visión autoritaria del poder, políticas económicas basadas en el “sálvese quien pueda”, la reducción de derechos para mujeres y colectivos LGTBI, la diversidad sexual, religión, cultura, etcétera. Iniciaron en Madrid su campaña para las elecciones juntándose con Milei, que está arruinando Argentina, y acompañados de Orban, Le Pen, Ventura, Meloni, etcétera. Son partidos que se oponen a la idea de Europa y manifiestan su deseo de desmantelarla. Han implementado políticas autoritarias en sus naciones y se oponen a avanzar en lo señalado en el párrafo anterior.
Esta ola ultraconservadora rechaza el “estado de bienestar” y los principios democráticos que nos parecían consolidados. Con la idea de que “el Estado roba” y de que cada persona es responsable de su situación y sus oportunidades, opta por una sociedad en la que “cada palo aguante su vela”. Vuelven con las viejas recetas ensayadas por Reagan y Thatcher que se aplicaron en la crisis financiera de 2008 y fracasaron. Estas políticas, creyendo que el mercado se autorregulaba mejor estando el estado al margen de la economía, provocaron grandes desastres, con importantes daños en la economía y en las personas, en la cohesión social, en la salud, que todavía estamos sufriendo y pagando. El proceso ha sido ilustrado en numerosos estudios, como el de Stuckler y Basu, “Por qué la austeridad mata: El coste humano de las políticas de recorte”, que analiza cómo las recetas de austeridad agravaron fatalmente las consecuencias de la crisis de 2008. Las sociedades orientadas a reducir la desigualdad y hacia la reciprocidad, el bienestar, y el progreso económico, con políticas que fortalecen las redes públicas de protección, pueden establecer sistemas de justicia social e impulsar el progreso socioeconómico, como se ha constatado en la crisis de la pandemia.
No se debe olvidar que gran parte de lo que va bien en nuestras vidas y en nuestro entorno tiene que ver con estar en Europa, incluyendo la libertad y los servicios de ayuda. Y tampoco que la salida a los retos que se nos plantean como sociedad y humanos son más abordables desde una Europa más cohesionada, que apueste por el bienestar de los ciudadanos y por una perspectiva de política internacional solidaria. Por supuesto, hay mucho que conseguir en estos ámbitos, pero los que desean desmantelar Europa van en la dirección contraria.
Los próximos cinco años serán claves para afrontar estos retos en un escenario global muy cambiante. Por eso, en un momento como el actual, en el que viejas recetas ya ensayadas y fracasadas se exhiben como nuevas soluciones, es muy importante acudir a votar y optar por una Europa justa, igualitaria y sostenible.
Como europeos que somos tenemos la oportunidad de apoyar la construcción de una Europa más justa y próspera.
La autora es consejera de Derechos Sociales, Economía Social y Empleo del Gobierno de Navarra