Hace 5 años, el 10 de agosto el Ayuntamiento de Treviana (La Rioja) rindió homenaje a los vecinos represaliados, entre ellos, el director de las escuelas municipales, Juan Larreta. Reunido en pleno extraordinario hizo pública una declaración institucional modélica, aunque haya necesitado de 80 años, acabada la Guerra Civil. Leída en un salón de actos repleto, básicamente acordaba lo siguiente:
Levantar el velo del silencio oficial que ha encubierto los asesinatos y graves violaciones de los derechos humanos cometidos…
Expresar públicamente la solidaridad con todas las víctimas y sus familiares: su dolor, su sufrimiento y su duelo son el de todo el pueblo de Treviana.
Manifestar que nadie puede sentirse legitimado, como ocurrió en el pasado para utilizar la violencia…la vía democrática es el único cauce legítimo para dirimir las controversias y conflictos sociales o políticos.
1.- Como expresión de respeto a la voluntad vecinal expresada en las urnas y de creencia en el derecho a la vida…en primer lugar, reponemos simbólicamente en sus puestos a los representantes municipales asesinados. El concejal don Narciso Ruiz-Olalla Díez y el alcalde Don Santiago Ortiz Güemes que, al verse obligado a entregar la vara de mando, “manifestó que contra su voluntad y ante la fuerza de la Guardia Civil que le requiere en cumplimiento de la citada orden, que no reconoce legal por no proceder del gobierno legítimo, cesa desde luego en la Alcaldía…
2.- Recordar a todos y cada uno de los vecinos asesinados. Entre ellos, Juan Eulalio Larreta Larrea.
Como publiqué en una tribuna reciente (Enseñar el mar, 28 de julio) la memoria de este maestro navarro se debe en buena parte al tesón familiar plasmado en un libro de una de sus nietas, Asun Larreta Ayesa. Su libro trasciende la memoria familiar y testimonial para convertirse en una aportación histórica que se une al conjunto de la represión ejercida sobre los maestros, que tal vez fuera el cuerpo funcionarial más represaliado de todos.
Igualmente es muy estimable su contribución a la historia local del municipio en que ejerció hasta su trágico final. Se han vertido ríos de tinta sobre la guerra fratricida. Primero desde autores extranjeros o ediciones del exilio, pero “el velo del silencio oficial” permanece en tantos rincones de España, lo vimos al tratar la historiografía ad hoc de la Bureba, con motivo de otro maestro fusilado e ignorado hasta hace poco. Antonio Benaiges, “el maestro que prometió ver el mar”.
Juan Larreta nació en la calle Mercaderes 4 de Pamplona el 29 de agosto de 1881. Era hijo de un impresor nacido en Erroz. Después de recorrer la Comunidad foral en interinidad obtuvo plaza en lzaba en 1909. En el Valle del Roncal permaneció hasta 1921. La presión caciquil de la junta local de enseñanza determinó su traslado voluntario. Fue así como pudo incorporarse en septiembre al nuevo curso escolar ya en tierras riojalteñas donde pudo poner en práctica las modernas tendencias pedagógicas sin la oposición de un ambiente más cerrado y aislado como era el pirenaico. Treviana era una villa de cierta importancia agraria y no sólo Logroño, sino buena parte de la provincia era un bastión liberal desde los tiempos de Zurbano, Llorente, Olózaga, Espartero, Sagasta y Amós Salvador, padre. Con su hijo mayor, ministro de Gobernación con Azaña mantendrá contacto. También con el ministro de Educación, el socialista Marcelino Domingo. De esta manera, el nuevo director de las escuelas no tuvo ningún problema en tomar parte en la vida local, del Círculo Trevianés fue su secretario. Y organizó veladas culturales, preferentemente teatrales. Consiguió un proyector de cine para la escuela. Quiero imaginar que el brillante cine popular de los años 30 también pasó por Treviana.
Constituida en Treviana Izquierda Republicana en 1934, contó con Juan Larreta como secretario, coincidiendo con la llegada de la CEDA al gobierno radical de Lerroux.
Es aquí al tratar la conflictividad de estos años de la República cuando la autora no elude un tono panfletario (ojo, El Manifiesto Comunista es el panfleto más leído y citado de todos los tiempos): en un mismo párrafo tilda de amenazas hasta 3 veces el sesgo autoritario del nuevo gobernador civil, que en efecto suponía un giro a la vieja política. Que reitera en las notas: “amenaza con sancionarle (al alcalde) si no cumple con los horarios de cierre de tabernas y establecimientos públicos”. Exigir el cumplimiento de las normas no es amenazar. Sino abuso de poder cuando estas son desproporcionadas. De la misma manera el alcalde, Santiago Ortiz Güemes, que fue asesinado por no rendirse a los facciosos, como la declaración institucional reseñada proclama, acata sui generis esas órdenes: “Obligado por las circunstancias anormales que atravesamos, al dictar las anteriores disposiciones, esta Alcaldía (...) se vea obligada a imponer sanciones que contra su voluntad exigirá inexorablemente”.
Cruel destino el suyo obligado a entregar las insignias de mando como Boabdil las llaves de Granada. Hombres contra el destino que abogan por el diálogo contra la guerra. Como el de Juan Larreta Larrea, viudo, que dejó 5 hijos huérfanos de paz y de justicia.
Sin duda, Asun Larreta al recuperar la memoria de su abuelo, de su activismo profesional y ciudadano nos honra a todos. Casi 90 años después desde la concordia y por fin con un orden democrático asentado, aún no exento de los viejos peligros, recuperando el pasado podemos volver a mirarnos a la cara, sin silencios y sin miedo.