En la primera edición del libro De la esperanza al terror, diciembre de 1986, al hablar de los asesinados en 1936, Miguel Cristóbal Arrondo y Felipe Fuertes Amigot, el redactor del capítulo dedicado a Villafranca, de donde eran naturales ambos, dejaba en blanco el lugar y la fecha de su asesinato. Ahora, en el homenaje y conmemoración de los asesinados el 23 de agosto de 1936, los nombres de Felipe y de Miguel aparecen en la lista de los 52 fusilados en Valcardera. De ambos, se dijo que “ingresaron en la prisión de Pamplona el 31 de julio de 1936”. Veamos.

Sabemos que Felipe Fuertes, el Rojillo, de la Agrupación Socialista, ingresó en la prisión de Tudela el 4 mayo de 1936, tras ser acusado de disparar y herir al vecino Florencio Navarro el domingo día 3 (Diario de Navarra, 5 y 6.5.1936). Estando en esa cárcel escribió una carta con fecha del 19 de mayo a Julia Álvarez pidiéndole que “con su influencia, haga lo posible por adelantar su juicio, pues temo lo peor”. Felipe no tuvo juicio y fue asesinado, ignorándose fecha y lugar. Ahora aparece en la lista de los asesinados en Valcardera el 23 de agosto de 1936. Cabe esa posibilidad, pero ¿hay documento que lo avale? ¿Y qué necesidad había de ingresarlo en la cárcel de Pamplona el 31 de julio si ya lo estaba en la de Tudela desde el 4 de mayo?

De Miguel Cristóbal, el Pino, también se dijo ingresó en la prisión de Pamplona en esa fecha aludida. Pero ahí se quedó el tato paralizado, porque se ignoraba dónde y cuándo lo asesinaron. ¿Ingresó en la cárcel de Pamplona? Por los datos que tenemos, no.

El relato de lo que le pasó se lo debemos a un testigo excepcional como Antonio Arrondo, quien conoció por sus propios ojos lo que sucedió con el único villlafranqués que fue asesinado en su pueblo y no fusilado, sino degollado, como fue el caso de Miguel Cristóbal.

Miguel Cristóbal fue militante en 1931 del Partido Republicano Radical Socialista y, tras la división de este en 1932, del Partido Republicano liderado por el maestro Nicolás Jiménez. Su figura cobró relieve a partir del 16 de marzo de 1936, al ser nombrado por el gobernador civil, Mariano Menor, concejal del Ayuntamiento. Fue el último concejal de izquierdas que presidió un pleno republicano con fecha del 17 de julio de 1936. Entonces, militaba en Izquierda Republicana.

Contaba Antonio Arrondo, el Pique, que el día 20 de julio entró en Villafranca un camión a toda pastilla frenando en seco en medio de la plaza Fernando Calahorra. De él bajó un pelotón de falangistas armados hasta las cejas. Acompañados por la jefa de la falange femenina de Villafranca, se dirigieron al domicilio de Miguel. La abrieron a culatazos. Su sorpresa fue grande, pues Miguel, alertado por un primo suyo y su amigo Rufino Cinto de que “venían a por él”, lo sacaron de su casa a escondidas. Lo subieron a un carro de Rufino. Llegaron al soto Ramal de Mina y allí lo dejaron. Al día siguiente, le llevaron comida. Miguel la repartió con un soriano, también escondido en el soto, y que huía de los falangistas de Funes. Ambos permanecieron durante días. ¿Cuántos? Imposible determinar. Hasta que regresaron al pueblo con la intención de entregarse. Lo hicieron al atardecer. En una bodega, propiedad de los Victoria, los degollaron. A la mañana siguiente, sus restos fueron enterrados en los Costeros, echándoles por encima cuatro paletadas de tierra. El pueblo tuvo conocimiento de la masacre, pues fueron los falangistas quienes alardearon de haberlos degollado y tirados en los Costeros, topónimo local, situado junto al Barbal, nombre del antiguo campo de fútbol del Alesves.

Quien dio con los restos mortales de Miguel y del soriano fue Antonio Arrondo. Paseando a la altura de Los Costeros y, como quiera que se estaba llevando a cabo la concentración parcelaria y era necesario el acarreo de tierra para trasladarla a otros terrenos, una pala excavadora arañaba el suelo cuando el que la movía topó con algo extraño. Paró la máquina, bajó de la cabina y se aproximó a la pala. Antonio Arrondo se acercó al lugar y, junto con el conductor de la excavadora, vieron que se trataba de unos restos humanos. Tenían delante dos cráneos y un montón de huesos. Uno de los cráneos se conservaba bien; el otro guardaba intacta su parte frontal. El palista consideró que serían restos de fusilados de la guerra. Antonio Arrondo, que sabía muy bien que eran los restos de Cristóbal y del fugado de Funes, llamó a Arcadio Alcaide, Chacatón, hijo del asesinado Balbino Alcaide, y le dijo lo que había pasado, añadiendo que “los huesos los tenía recogidos en dos cajas”. Los llevaron al cementerio y los colocaron en la tumba de los fusilados villafranqueses. Más tarde, dieron con la familia del soriano y a su hija, de 70 año, le entregaron la caja con los restos de su padre en medio de una emoción que, al recordarlo, Antonio me decía: “Esta historia la empecé a los nueve años, la terminé cuando cumplí ochenta y la he vuelto a recordar a los noventa... Y sigo sin poder contener las lágrimas”. El relato se puede leer in extenso en mi libro Villafranca bajo el terror golpista (1936.1939), de la editorial Pamiela (2018). Después de lo dicho, ¿es posible mantener que Miguel Cristóbal fue asesinado en Valcardera?

Sorprende, además, la falta de acuerdo entre particulares y e instituciones a la hora de determinar la fecha y el lugar en que tanto Miguel como Felipe fueron asesinados. Solo tres ejemplos. En “Euskal Memoria Fundazioa”, se asegura que Miguel fue asesinado el 20. 7.1936, sin especificar ubicación alguna. El “Ministerio de política territorial y memoria democrática. Ministerio de Presidencia”, reproduce la siguiente ficha: “Víctima: Cristóbal Arrondo, Miguel. Localidad de su asesinato: Cadreita: 53 años. Fecha de defunción. 23.8.1936. Fecha de exhumación aproximada 1950. Fecha de nacimiento estimada 1883”. ¿Estimada? La partida de nacimiento de Miguel establece que nació el 29 de septiembre de 1900. En el mapa de fosas del GN-UPNA, tanto Miguel como Felipe, aparecen en la lista de los asesinados en Valcardera.

Si es como dicen estas instituciones, ¿qué restos fueron los que Antonio Arrondo y Arcadio Alcaide rescataron en Los Costeros y depositaron en la tumba de los asesinados de Villafranca? Si ya de por sí la memoria que rodea estos relatos es incompleta –los nombres de los verdugos nunca aparecen en ellos–, al menos se podía intentar que los datos de los asesinados ofrecidos por las instituciones fueran exactos, ¿no?